Escritor

El fiscal jefe está muy enfadado conmigo, según me comunica un amigo de ambos. Incluso le muestra algunos libros míos donde la dedicatoria (sólo se le puede dedicar a alguien a quien se adora). Confieso que adoro al fiscal. No soy maricón, pero le adoro. Juntos fuimos a conspirar, y a la salida nos saludaba la Guardia Civil. Fui confidente de muchos secretillos cariñosos de algún ultra traspapelado. Nos reímos lo que no está en los escritos el día que el gobernador civil se empeñara en que la banda de música tocara, antes de las cabezadas, el himno de Riego. Tenemos la misma edad y está muy dolido porque le llamé anciano. Esto sucede mucho a los que hemos dejado de mirarnos en el espejo. Todo por una rabieta, bien es verdad que me dolió a mí también mucho que se cerrara la pobre televisión de Extremadura. Yo creo que él también está arrepentido. No puedo pensar que una persona tan inteligente y con tanta sensibilidad, no esté arrepentida y ahora oiga en las ofertas de la oposición una televisión pública regional. Qué miseria. Fue como darle un plumazo a Extremadura. Tienes que estar arrepentido. Ahora recuerda uno muchos de sus programas que forman parte del acerbo de lo que pudo ser y no es, y encima nos mandan a un director regional de la santa casa con el único objetivo de hacer de Extremadura una permanente romería con el partido comunista de pinza con la Virgen María...

Pero no sé cómo cauterizar mi pluma, habiendo dicho de ti que estabas muy anciano. He tratado incluso de ir a confesarme con don Antonio, porque es un pecado tremendo y además una injusticia, y una ofensa a un ser que adoras, al que admiras hasta el paroxismo, y que la pluma se te deslice de forma tan indelicada, cuando me consta que sigues igual de guapo como cuando nos reíamos de todo cuanto nos rodeaba, y eso nos hizo entrañablemente unidos para siempre en la amistad, ahora mal deteriorada cuando tú y yo no somos dos Españas, sino la España anticainita, la del progreso y la antinacionalista.

Mándame algún mensaje por alguna paloma mensajera que me dé todavía alguna esperanza de unir todo lo desunido por mí. O mándame algún libro que hayas leído últimamente. En fin, una señal, para que nos veamos y crucemos los cromos repetidos.