Hace la friolera de 27 años que cubro la Feria Internacional del Turismo (Fitur), que mañana inicia su 40 edición. Mi primera vez como periodista fue el año que abandonó la Casa de Campo para celebrarse en Ifema. Como ustedes pueden comprender anécdotas tengo muchas.

Recuerdo, por ejemplo, que en esos primeros años de mediados de los noventa las noches debían ser muy locas, porque mientras desayunaba un señor me preguntó si podía esnifar los polvos del sobre de Colacao que yo tenía sobre la mesa del bar de Ifema. En aquella época las fiestas nocturnas que celebraban algunos países en estratégicas discotecas de Madrid eran un despendole, por decirlo finamente. Recuerdo que en el Palacio de Gaviria -una macrodiscoteca- los hombres y mujeres del estand de Brasil que bailaban en la pista empezaron a amalgamarse hasta formar una especie de sándwich libidinoso de ritmo sincopado. O en el hall de un hotel vi a algunos ejecutivos quitándose las alianzas matrimoniales mientras pedían la Guía del Madrid Erótico al recepcionista. Pero eso son solo anécdotas nocturnas y esporádicas.

En el plano informativo Fitur es una sucesión de presentaciones y eventos bastante compleja de asimilar y transmitir correctamente a los lectores. Si habitualmente los tiempos de elaboración de una noticia son cortos, en Fitur estamos siempre al filo de que suene la campana. Además, tenemos que contar con que las conexiones de internet funcionen bien y puedan llegar textos y fotos a la redacción a su hora. Cuando comencé, hace casi treinta años, había que enviar los rollos de negativo a Cáceres con un mensajero. Los textos se mandaban con un portátil muy rudimentario que no siempre conectaba. Las líneas de teléfono se racionaban. En fin, otros tiempos. Ni mejores ni peores. En lo que sí coincidimos todos es que Extremadura -gracias al esfuerzo de empresarios, técnicos y políticos-- ofrece durante una semana su mejor cara. Y hoy en día sigue siendo así. Refrán: La más larga caminata, comienza con un paso.

*Periodista.