Si las manifestaciones callejeras promovidas hace unos años por Francisco José Alcaráz y el sector más talibán del PP remitían al pasado, la del sábado último, protagonizada por los mismos, fue un flash back del pasado del pasado. Sin embargo, ocurrió en el presente, aunque para quienes manipulan en su beneficio político, profanándolo, el dolor indesmayable de las víctimas del terrorismo de ETA, todo es pasado, incluido el futuro que parecen desear para los españoles.

Precisamente cuando la sociedad empieza a sacudirse la pesadilla de una ETA que da sus últimas boqueadas, cuando el País Vasco estrena un optimismo impensable en las últimas décadas, cuando se siente próximo el fin del tenebroso tiempo de los secuestros, los bombas-lapa, las extorsiones, la ley del silencio, la distorsión política y el tiro en la nuca, reaparecen los Alcaráz, Iturgaiz, Oreja, San Gil, Aguirre y compañía enarbolando, contumaces y cenizos, el cartelón de la tregua trampa . Será esa tregua, ciertamente, todo lo tramposa que se quiere, máxime cuando de pistoleros sin escrúpulos puede esperarse y suponerse cualquier villanía, pero el desprecio de sus efectos tangibles, la ausencia de crímenes, no deja de tener, asimismo, delito.

Capitaneando la manifestación del sábado, que reunió esta vez a unos pocos miles de personas porque los flash back y las analepsis sufren, como todo en la vida, su desgaste, iban los que se postulan como alternativa de inmediato futuro. Banderas franquistas no faltaban, pero tampoco el discurso infame de siempre, el que presenta al presidente del gobierno y a ETA como cómplices y miembros de una diabólica sociedad de apoyos mutuos. Será que no se pueden decir cosas de Zapatero, de su inanidad, de su impericia, de su bajada de pantalones ante los poderes fácticos y los mercados, como para usar de la mentira, de la calumnia, como única arma política. Mal pinta, tan pasadísimo, el futuro.