TAt finales de los 80 los gobiernos del PSOE acabaron por torcer el brazo de los sindicatos: consiguieron reformas que bajo el eufemismo de una flexibilización del mercado laboral escondían la pérdida de derechos sociales con la excusa de hacer disminuir el desempleo. El drama del paro no disminuyó radicalmente pero sí sus cifras cuando los contratos temporales pasaron de rara avis a protagonista.

Ha pasado más de una década y el paro en Extremadura todavía está muy por encima de la media, pero son mucho más preocupantes los datos que revelan que apenas un 4% de los contratos del año pasado eran indefinidos. Lo que en principio se pensó para eliminar la rigidez se ha convertido en un circo de contorsionismo en el que el 96% de los contratos son temporales y más de la mitad de éstos apenas duran un mes. La cultura de formar, mimar e implicar al trabajador en los proyectos empresariales no ha llegado a Extremadura y sí la visión utilitarista, la que no tiene en cuenta que tras cada contrato temporal hay un ser humano. Sobre ese suelo de precariedad será difícil erigir estructuras sociales sólidas, pero aún cabe la esperanza de que esos gobiernos que se llaman de progreso sean algo más que un nombre rimbombante.

*Profesor y activista de los Derechos Humanos