Tan solo restan poco más de tres meses para la celebración de las próximas elecciones generales. Acaso las más importantes de la democracia. El ambiente se halla caldeado, el aire sociopolítico ya se encuentra más movilizado que en toda la legislatura, la calle y su rumor va subiendo de tono cada día, los partidos fijan sus estrategias electorales, dinamizan la sensibilidad de su militancia y simpatizantes, buscan los disputadísimos votos de esa gran bolsa de indecisos en los caladeros más insólitos y los elementos argumentales se encrespan en la noria de la discrepancia.

Y para colmo el Centro de Investigaciones Sociológicas, que casi siempre suele moldear los datos en la cocina demoscópica con tendencias progubernamentales, va y habla de una victoria del PSOE por algo más de dos puntos. Lo que traducido a la mecánica electoral acabaría resultando como un empate técnico. Quedan por delante unas cuantas semanas de crisis nerviosa en los estados mayores del PSOE y PP, porque Izquierda Unida continúa su tendencia por el abismo de la sinrazón, los grandes partidos nacionalistas se mueven en sus tendencias habituales, para inclinar posteriormente sus votos hacia el partido que gobierne la Moncloa, y los demás, pues ni fu ni fa.

X¿QUE PASAx en Extremadura? Pues, sencillamente, que afloran las inquietudes, más aún, para no engañarse demasiado, por los aledaños de los populares, y en donde Carlos Floriano se ha sentado en el sillón de mando hecho, cuentan, un manojo de expectativas. Y es que Floriano, si somos sinceros, cuando ya va sintiendo en sus carnes cómo le aprietan las clavijas algunos contestatarios en diversos lugares de la región, anda sudando la camiseta tratando de encaramarse en la cabeza de lista al Congreso e irse olvidando de la presidencia regional.

Los populares extremeños se juegan mucho en este envite próximo. Tanto en Madrid como entre los surcos de nuestra tierra. Porque como señalan algunos politólogos Mariano Rajoy , con tanta rumorología de inestabilidades internas, que si el pressing de Aznar , que si Rato , que si Ruiz Gallardón , que si María San Gil , que si Esperanza Aguirre , se juega todo su futuro político a una carta. Pero lo mismo que se lo juega Zapatero si pintasen bastos para el PSOE.

Y mientras tanto son algunas decenas de militantes populares los que se mueven, nerviosos como los caballos salvajes del Oeste americano, entre codazos, tratando de encontrar un puesto de salida para el Congreso de los Diputados. Y en el Senado, con listas personales, lo mismo. Pero todos sabemos que son muchos los llamados y pocos, muy pocos, los elegidos.

Por ese motivo, el Partido Popular extremeño que desde mayo pasado se resiente con una moral así como alicaída, tratando de cuadrar el enigmático círculo del puzzle de su andadura, vive una creciente oleada de rumores. Porque nadie ignora que, además del pulso de las generales, y que a Rajoy le haría falta una victoria en Extremadura, donde el dilema es francamente complejo, muchos miran, de forma resabiada y artera hacia abril o mayo. Porque ahí huele a renovación interna en el Partido Popular, entre todo un mundo de disquisiciones y preguntas que nadie se atreve a mover. Y los temas que no se deciden y se anquilosan, acaban pudriéndose. Un panorama que algunos dirigentes populares extremeños no están dispuestos a aceptar, entre silencios melifluos, capciosos e inútiles, porque todos saben que los edificios comienzan a levantarse por unos cimientos sólidos. Y el del Partido Popular extremeño no es, a fecha de hoy, un modelo de arquitectura.

Y queda tan cerca la derrota electoral de las pasadas elecciones autonómicas, donde el Partido Popular extremeño perdió importantes feudos, como Cáceres y Mérida, que hasta hoy, que sepamos, ni en Madrid ni aquí ha habido mayores decisiones de un relieve que explique las causas por las que Fernández Vara se alzó con la presidencia de la Junta, en las que el Partido Popular sufrió un severo castigo por séptima vez consecutiva, lo que resulta tan duro y amargo como cruel y donde la cocina de los asesores ruge con un silencio que pocos, acaso nadie, puede entender.

Mientras el analista escribe estas líneas le confirman, claro, que Carlos Floriano trata de salir, así como incólume, hacia Madrid tratando de buscar un hueco en el sol del madrileño Palacio de la Carrera de San Jerónimo con su acta de diputado. Y que el resto se pelee a ver cómo se las apaña a partir de ese futuro, que hay más allá de la cita electoral de marzo, pone orden en el gallinero del partido y siembra la cosecha para marzo del 2011.

¡Cuán largo me lo fiais, amigo!

*Periodista