Al albur, miro un obituario y un preciso gancho de izquierda me deja flotando por el cuadrilátero. Un magnífico golpe, como aquel que puso en la lona al gran sueco Johansson y que hizo que Floyd recobrara la corona de los grandes pesos. He ahí otra señal de que este mundo va dejando de ser mío, nuestro, a bocanadas secas y calientes.

Ya era mayorcito, claro, pero ha muerto Floyd Patterson, y con él aquella época. Bueno, por ahí anda aún Clay , o Muhammad Alí , con su parkinson a cuestas, el pobre. Patterson era un tipo bueno, y un fino estilista, que cuando llegó aquella mula carcelaria que se llamaba Sonny Liston , perdió su sitio en la cima de la máxima categoría. Clay luego lo apartó definitivamente en un par de combates.

Tiempos aquellos de nuestra adolescencia y juventud. Tengo la penosa impresión de que escribir de boxeo es un anacronismo inexorable. Estos chicos de hoy, cuando me oyen hablar de los años en que España tenía cinco campeones de Europa, y en algún caso uno o dos mundiales, me miran como diciendo ¿De qué habla este ?.

Nada de extrañar, porque desde el inicio de la famosa, o gloriosa, Transición, a alguien se le metió entre ceja y ceja que había que acabar con lo de las doce cuerdas. ¡Y cómo que han acabado! No se oye hablar de boxeo en la vieja Hispania ni por una tenue casualidad. Hay alguna velada, creo que de tipo privado, en Madrid y punto final. Aún anda por ahí Castillejo intentándolo, como una feble reminiscencia de aquel pasado que se nos muere, como Floyd.

Me acusan: El boxeo es una barbaridad . Bueno, vale; no me voy a poner ahora a aburrirles con las razones que teníamos miles de millones de aficionados cuando asistíamos entonces, en todo el mundo, a las veladas de boxeo los sábados por la noche. Nosotros, mis amigos indios, o sudacas, o hispanos, o como quieran, y yo íbamos al pabellón que había (¿lo habrá aún?) en la Alamedilla (Salamanca) a contemplar cinco o seis combates. No creo que aquello nos volviera malas personas o más violentos, precisamente.

El boxeo languidece en esta patria de muros desconchados, ¡qué le vamos a hacer! Mejor suerte han tenido los toros, y mira que le arrean cornadas esas plumas antitaurinas que no fallan y los emponzoñados comentarios televisivos de algún que otro cuecón, obsesionado con la fiesta nacional . Le molestará eso: Lo de nacional.

El tiempo se detiene cuando, unos instantes antes del paseíllo, el escenario redondo nos lleva al rito de nuestros antepasados: El cielo luminoso, la gente en las gradas, el rojo y gualda circundando la arena, la música que nos enerva y esos hombres finos dibujando no sé qué alrededor del morlaco. Todo eso les molesta mucho a los pánfilos pajarotes, qué mala suerte, vaya por Dios.

Me dirán: En España ya no interesa el boxeo. Bueno, correcto, se acabó. Pero no hace tanto, treinta o cuarenta años de nada, este era un país de boxeadores magníficos y a algunos, ¿a cuántos?, aún nos quedan en la memoria nombres como Sombrita, Barrera Corpas, Velázquez, Durán, Carrasco, Legrá, Perico ... y no digamos Young Martin o Fred Galiana , ambos ya en el cuadrilátero eterno del más allá, como el bueno de Floy. Floyd Patterson.

*Escritor