TEtl octogenario escritor don Eliseo García , terminó hace unos días una novela corta de carácter cómico que se titula Formalidades, aparte , y narra lo que les ocurre al presidente, vocales y a cuatro interventores de una mesa electoral durante el transcurso de unas votaciones. El enredo, en realidad, surge una vez cerradas las urnas, cuando se procede al recuento de votos. Resulta que todos los sobres, más de novecientos, además de las clásicas papeletas con los votos, también contienen, misteriosamente, un billete de quinientos euros cada uno. El presidente de la mesa, ante tan extraordinario e inesperado hallazgo, decide cerrar a cal y canto el colegio, y perder todo contacto con el exterior hasta que todos lleguen a un acuerdo sobre qué hacer con los 470.500 euros contados. El caso es que, aún siendo presionados desde el exterior para que ultimen el recuento y lo trasladen al juzgado, se quedan encerrados durante horas y horas, porque no se ponen de acuerdo en cómo repartir el botín.

El presidente, como responsable de la mesa, expone que justo es que la mitad del dinero lo repartan entre él y sus dos vocales; y la otra mitad, entre los cuatro interventores. El interventor del partido más votado, aunque por poca diferencia con respecto al segundo, alega que lo más razonable es que el representante del mismo decida cómo repartir el dinero, por haber tenido más apoyo de los generosos electores. El interventor del segundo partido más votado acepta la propuesta del primer partido más votado, pero con la salvedad de que se puedan hacer pactos entre los interventores para acumular más votos de los espléndidos electores, y con ello obtener el poder de decisión. Los dos interventores de los partidos menos votados apoyan la propuesta del interventor de la segunda fuerza más votada, y dicen estar abiertos a todas las ofertas de los dos partidos más votados para recaudar el mayor número de votos de los magníficos electores.

Yo he leído la novela y es un divertido enredo, en la que se suceden las situaciones más disparatadas, porque los personajes se desprenden de sus formalidades ideológicas con tal de obtener la mayor parte del botín.

Lo mejor de todo, el final: los billetes son falsos. Como la vida misma.