Escritor

Aznar, entre tirarse del viaducto a la calle Segovia, y pegarse un tiro en la Puerta de Alcalá, ha decidido lo más conveniente: hacerse una foto con Bush, execrable, pero que quedará para siempre y por los siglos, que un español unido a un americano dio el ultimátum de una guerra feroz. Si además sale bien como se espera, Aznar quedará en los anales de las trilaterales, pentagonales y exagonales como el hombre que ayudó al capital a estar abastecido de petróleo para los restos. Es decir, que no hay que echar en saco roto que Aznar pueda tener un busto en Wall Street con todo merecimiento. Hoy la cosa es más dura, porque se ha retratado con un hombre que ha firmado más de 200 sentencias de muerte cuando era gobernador de Tejas y además el hermano dejó caer a su paso por España que Aznar podía ser el futuro presidente de la III República en España, y con él de presidente, quién sabe si no volverían, como en Tejas, las sentencias de muerte. Todo es posible.

Uno como español y, extremeño sobre todo, que sólo le ha declarado la guerra a los carnavales, no porque esté contra ellos, sino por lo que ha supuesto de retorno a la Edad Media, jamás pudo pensar que iba a formar parte de una sociedad que declaraba guerras de verdad, que ni siquiera Franco, después de la sublevación, se atrevió a tamaña barbaridad, y hasta creyó que pertenecía a una sociedad libre y pacífica, pero si su jefe de gobierno, en huidas desesperadas toma decisiones de esta índole para salir en la foto junto a un perturbado mental, es que puede suceder de todo. No es posible que una sociedad que va a misa, el domingo 23 de febrero, con el Hoy bajo del brazo en Badajoz, sepa que le mete prisas a otro o le declara la guerra con el armamento de un amigo. Algo no funciona en las cabezas de estos líderes, con un Bush al que la madre le dio la teta hasta los 7 años y que si lo dejan repite la historia de Edipo.