TAtquel hombre se quedó de piedra. Tenía en sus manos una fotografía de cuando estudiaba Primaria en los Maristas, con el hermano Antonio en el centro y las paredes del patio de la calle Donoso Cortés cubiertas por una alfombra gigante, y entre sus compañeros no aparecía Salguero. La última vez que miró esa fotografía, años atrás, vio a Salguero sentado en la primera fila con las piernas cruzadas junto a Ortiz y Diego Alonso. Salguero sonreía en la foto con el flequillo sobre la frente y la corbata ladeada. Junto a él posaban los demás y presidía el hermano Antonio, justo detrás de Salguero. Pero ahora, años después, la imagen de Salguero había desaparecido. En su lugar reposaban los bajos de la sotana del hermano Antonio. Era como si Salguero se hubiera refugiado bajo la sotana. No estaba. Consultó con un fotógrafo amigo sobre la posibilidad de que dada la antigüedad de la foto, un capricho químico hubiera disuelto a Salguero, no en vano cincuenta años dejan huellas o las quitan. Pero ninguno de los expertos aseguró tal hipótesis. O una de dos, o Salguero nunca había posado en ese patio o él se confundía de curso y de compañero, también para él los cincuenta años habían pasado sin remisión. Llamó a Alonso y la respuesta de éste fue descorazonadora, su mente debilitada por la demencia senil era incapaz de encontrar a ningún Salguero. Lo intentó con Ortiz pero no supo dar con él. Preguntó a otros compañeros y ninguno sabía nada. Recordaban a Salguero, por supuesto, pero no se acordaban del día de la foto y entre sus ocupaciones no figuraba la de buscar a ningún compañero de la infancia. Intentó olvidarlo pero no pudo, simplemente porque él era Salguero.

*Dramaturgo