TYto he visto las fotografías. Y se me ha arrugado el alma. He visto muchas fotografías, demasiadas. En una de ellas aparece una niña con ojos tristes, melena cuidada y zapatitos que recuerdan tiempos de festejos infantiles y risas. La mirada de esa niña presagia un futuro incierto de exilio inexplicable, de ausencias insufribles, de miedos insuperables. He visto esas fotografías de las que nadie habla porque hay otras fotografías de las que hablar, y me estremece pensar que después de tanto esfuerzo por lograr la libertad de lo íntimo, la custodia de la privacidad, sigamos siendo una casta de fariseos, de carcundia intolerante que todo lo confunde.

La magnífica exposición del MEIAC sobre los niños de la Guerra Civil no merece ni una sola línea en los foros de internet, ocupados en chinchorrear sobre otras fotografías. Las estremecedoras fotografías que a diario nos traen cuerpos derrotados de inmigrantes, tampoco merecen ser comentadas en esos foros. A nadie se le ocurre colgar en su página web la fotografía de una madre palestina o de un refugiado sudanés. Hemos luchado por la libertad de lo íntimo, por apartar de nuestra democracia a quienes se creían con derecho a fiscalizar nuestra privacidad con leyes, mandamientos y reprobaciones. Ahora mismo estamos metidos en la tarea de lograr la dignidad y la igualdad para cualquier tipo de opción sexual. Pero algo hay bajo nuestros pies que falla. Un mecanismo reaccionario de rasgar vestiduras, de alma enferma, de exaltación de lo soez, se está moviendo para seguir llevando a la hoguera a quienes libremente deciden hacer con su vida y cuerpo lo que les da la gana. He visto las fotografías y se me ha arrugado el alma.

*Dramaturgo y director del Consorcio López de Ayala