TDte los grandes hechos, lo que queda es la foto. Confiemos en que hoy quedará allanado en Bruselas el camino de una fuerza de interposición europea, que haga más seguro el alto el fuego en el Líbano, y que del acto quedará una fotografía. Servirá de prueba de que Europa supo estar en su sitio, ante un país mediterráneo que se desangraba, rectificando así el triste papel de espectadora del genocidio en Bosnia.

La fotografía es imagen, que puede despertar sentimientos, aunque oculte trucos. Ayer publicaban los diarios la noticia de la muerte del autor de una de las fotos preparadas más famosas de la historia: la de la presunta ocupación de la isla japonesa de Iwo Jima, en 1945. El verdadero documento se había obtenido días antes. Pero la bandera que izaban los soldados era pequeña y no inspiraba fervor patriótico. El fotógrafo fallecido ahora, Joe Rosenthal, montó una estudiada composición que llenó de orgullo al presidente Roosevelt, al soldado en la trinchera y hasta a la madre que lo parió. La foto cumplía el papel que se le exigía en un momento delicado.

Espero que lo mismo ocurra hoy. Si no se dijo entonces que la foto de Iwo Jima no tenía nada de espontánea, quiero creer que la imagen de los euromandatarios intentará tapar las pocas ganas de los europeos en una participación de peso en el compromiso de la ONU de poner un casco azul entre cada dos tipos que se quieran romper la cara. Confiemos en que los recelos se disipen y que la foto nos permita mostrar el orgullo de ser europeos. Prometemos no recordar que los únicos países que parecían interesados en participar en la fuerza plurinacional eran Bangladesh, Malaisia, Indonesia y Nepal. ¡Qué vergüenza!