La conferencia de la Organización Mundial de Comercio (OMC) de Cancún no ha conseguido abrir un camino hacia el establecimiento de unas reglas más justas de intercambio internacional de mercancías. Fueron los países menos desarrollados los que finalmente rompieron anoche la baraja ante unas negociaciones que no conducían a ninguna parte. De este modo, los países ricos no cambiarán por ahora sus políticas proteccionistas en el sector agrícola, el verdadero caballo de batalla en esta cumbre.

Los países más influyentes del Sur (Brasil, China, India, Argentina y Suráfrica) han sido capaces de agruparse y exigir de Estados Unidos y la Unión Europea un compromiso para reducir mínimamente las subvenciones y los aranceles de los productos agrícolas y alimentarios que básicamente benefician a las multinacionales pero condenan a la miseria a unos 2.500 millones de agricultores del Tercer Mundo. Pero su esfuerzo ha sido al final insuficiente y la cumbre se convirtió en un estéril diálogo de sordos.

Es una lástima, porque podía haber sido el punto de partida de una liberalización gradual del mercado agrícola que hubiera conducido hacia un mundo con más oportunidades para los países pobres.