España es uno de los países europeos con mayor consumo de hachís, éxtasis y cocaína, según el Observatorio Europeo sobre Drogas. La adicción a estas sustancias ilegales es un fenómeno que ningún país europeo ha conseguido atajar con políticas prohibicionistas. Tampoco las campañas de información han conseguido gran cosa, ni en el caso de las drogas ilegales, ni en el de las legales. En este panorama influyen desde las formas consumistas y pasivas de ocio juvenil hasta la mentalidad cada vez más extendida de que el placer, la salud, los resultados deportivos o el rendimiento profesional deben ser obtenidos de forma inmediata, sin esfuerzo, y con ayuda química si es necesario.

Se trata de una realidad mucho más compleja de lo que parece reconocer el delegado del Plan Nacional sobre Drogas, Gonzalo Robles, cuando culpa del consumo del cannabis a la libertad con que actúan los grupos defensores de la legalización de esta sustancia. Como ya es habitual, se busca un culpable y se le amenaza con el Código Penal. Sería mejor asumir la recomendación del informe europeo de buscar fórmulas valientes e imaginativas para, por lo menos, reducir los efectos del consumo de las drogas más dañinas.