Casi ocho años después de que se celebrase en España la primera boda gay, Francia se convierte ahora en el decimocuarto país del mundo en el que pueden celebrarse matrimonios de personas del mismo sexo. Una pareja masculina se casó en el Ayuntamiento de Montpellier acogiéndose a una ley que, como destacó la oficiante, la alcaldesa de la ciudad, Hélène Mandroux , es "de fraternidad", una de las tres divisas de la Revolución francesa. Otra de estas divisas, la de la igualdad, ha sido también evocada por los defensores del "matrimonio para todos", como se denomina en Francia. Sin embargo, ha sorprendido la fuerte y continuada oposición que la ley ha despertado en una sociedad acostumbrada a ser pionera en los avances sociales. Incluso tras ser aprobada por el Parlamento y promulgada por el jefe del Estado, el domingo pasado se manifestaron decenas de miles de personas para oponerse a ella. La ocupación de la calle por los contrarios a la ley, una promesa electoral de François Hollande , ha sido constante, mayor incluso que en España en su momento. Por varios motivos: una parte importante de la sociedad francesa es profundamente conservadora; la Iglesia, aunque no tenga tanta influencia como en España, se ha opuesto con denuedo, y finalmente, la derecha y la extrema derecha han aprovechado el debate social para volverlo contra Hollande. Pese al desgaste del presidente, han fracasado, aunque está por ver si la derecha es capaz de capitalizar ese movimiento social.