Los ciudadanos franceses acuden hoy a las urnas en la primera vuelta de unas elecciones presidenciales que se enmarcan, al menos teóricamente, bajo el signo de la ruptura. Los aspirantes --todos salvo el ultraderechista Jean Marie Le Pen-- representan a una nueva generación de líderes políticos nacidos tras la segunda guerra mundial que reivindican una forma distinta de hacer política. La ruptura se expresa igualmente en el discurso y en los programas, de los que ha desaparecido la retórica ardiente y el dramatismo arcaico del cambio de sociedad para centrarse en el cambio de política, en una gestión menos ideológica del poder y más próxima al ciudadano.

Por primera vez, una mujer, la socialista Ségolène Royal, se encuentra en situación de verdaderamente elegible, es decir, con posibilidades de alcanzar la Presidencia. Rompiendo, en fin, con la tradición de dos bloques antagónicos, varios dirigentes del Partido Socialista alientan una variante a los movimientos tradicionales de alianzas y postulan una con el centrista François Bayrou para batir en la segunda vuelta a Nicolas Sarkozy, cuya política de ley y orden seduce a la derecha pero suscita tal hostilidad en el centro y la izquierda que otorga perfiles plebiscitarios a la consulta. Lo más viejo --no solo por edad; también por ideas-- son las truculencias xenófobas de Le Pen.

Aunque el mandato ha sido reducido a cinco años, la presidencia de la Quinta República, creada a la medida del general Charles De Gaulle, es la clave de bóveda de todo el edificio constitucional, garante del destino de Francia y de la República. El presidente no solo nombra al primer ministro, sino que establece las grandes orientaciones y tiene amplios poderes en política exterior y de defensa. Los tres principales candidatos formularon críticas contra el sistema y su funcionamiento, en estrecha relación con la crisis socio-económica derivada de la globalización y las profecías de la decadencia, pero al final han preferido envolverse en la bandera tricolor y recuperar las viejas proclamas en demanda del voto útil.

Una de las características de la larga campaña vivida en el país vecino ha sido que ha estado prácticamente ausente de la agenda de los candidatos los asuntos de política exterior. Desde este lado de los Pirineos --y también para los otros 23 que conforman la Unión Europa-- hubiera sido más conveniente que los aspirantes abordaran este campo de la acción política porque el voto de Francia tiene una gran importancia para la reactivación de la empresa europea y su configuración como un gran bloque capaz de influir sobre la marcha del mundo. Si las encuestas no yerran, el previsible duelo Royal-Sarkozy en la segunda vuelta, que se celebrará el 6 de mayo, permitirá un debate menos disperso y planteará una disyuntiva clara entre la solidaridad y el optimismo de la candidata socialista o el pesimismo antropológico y el conservadurismo social del abanderado de la derecha pura y dura.