TUtnos están discurriendo qué hacer en Europa tras el referéndum francés, hay quien se lamenta, quien maldice los referendos y hasta quien piensa que la opinión de nuestros vecinos es el producto del egoísmo y la irreflexión. El rechazo galo al tratado constitucional es, en su inmensa mayoría, un alegato a otra forma de hacer Europa que tendrá dificultades, pero no menos que las que tienen los defensores del texto: Sólo hace falta que alguien se atreva a decir lo que muchos piensan y que no es otra cosa que empezar de nuevo y hacerlo de abajo arriba.

Del otro lado de los Pirineos nos han llegado desde las epidemias hasta los vientos de libertad y progreso. Ahora hemos recibido una lección de pedagogía política, hemos visto un país volcado en discusiones, haciendo del concepto de debate un quehacer cotidiano y plasmándolo en un 70% de participación. Aquí, en febrero, nos pedían que votáramos aunque fuera sin haber leído la Carta Magna, mientras que allí ha sido tal el calor de la contienda que ignorar los entresijos del debate era estar en fuera de juego. No estaría de más aprender que no hay nada como propiciar la reflexión y dar más participación al pueblo para profundizar la democracia. A quienes creen en otra forma de hacer Europa siempre les quedará un mayo de París para imaginar el futuro.

*Profesor y activistade los Derechos Humanos