En el río revuelto de la huelga general de ayer han querido obtener su ganancia los pescadores, en este caso los pescadores adscritos a eso que un día se dio en llamar el franquismo sociológico , pero que era, en realidad e intacto, el franquismo político y económico de toda la vida. El largo debate suscitado en torno a la naturaleza y pertinencia de esta huelga convocada con meses de antelación para cuando ya era demasiado tarde, pues la inicua reforma laboral quedó en el ínterin aprobada en el Congreso, ha sido utilizado por esa partida de la porra, prescindiendo en su discurso de cualquier dibujo racional, para atacar el propio derecho a la huelga, a cualquier clase de huelga. La brutal campaña de descrédito contra los sindicatos (contra su propia existencia igualmente) y la propaganda continua del miedo y a favor del esquirolaje, se sustanciaron ayer en episodios de gravísima regresión democrática, desde las desproporcionadas actuaciones policiales hasta las agresiones a los trabajadores en huelga, pasando por el chorreo de insultos que, desde los medios nostálgicos de la dictadura, recibieron estos: delincuentes, sinvergüenzas, chulos, terroristas...

Una huelga general es una huelga general, y punto. Podrá no gustarle a uno o fastidiarle enormemente, pero el respeto debido a la única herramienta legal de que disponen los trabajadores para defender sus derechos debe prevalecer sobre cualquier otra consideración. Respeto. Esa es, y no otra, la clave de la democracia. Los excesos puntuales que tal o cual piquete puedan cometer no desvirtúa, ni debilita, ni mucho menos anula la celebración reivindicativa, a la que ningún trabajador, por otra parte, quisiera nunca llegar por los muchos perjuicios que, a él más que a nadie, ocasiona. Que se criminalice a los trabajadores, en tanto uno de los principales causantes de la huelga por su intransigencia, Díaz Ferrán , presidente de la CEOE, salmodia melifluamente su dictrina averiada sin recibir el menor reproche institucional, es algo que sólo puede pasar aquí, donde el mundo, como en ningún otro lugar civilizado, anda al revés. La huelga de ayer, en todo caso, no fue la de Toxo y Méndez , sino la de los trabajadores que la hicieron. Respeto, pues.