WQwue un melocotón cueste al consumidor en el supermercado diez veces más de lo que le ha sido pagado al agricultor que lo ha producido es una barbaridad que no puede ser justificada por el libre mercado. Es, también, una estafa al consumidor o al agricultor. O a ambos, si se quiere. Lo que sucede todos los veranos con los productores extremeños de fruta exige una actuación ya por parte de la Administración para clarificar en qué parte de la cadena se inflan los márgenes comerciales, lo que provoca que numerosos intermediarios se llenen los bolsillos a costa de quien produce y de quien compra. No es sólo un problema del agricultor sino de los ciudadanos en general.

Intermediarios ávidos de especular con la mercancía y una oferta abundante, atomizada y concentrada en el tiempo crean el caldo de cultivo idóneo para que todos los veranos suceda lo que sucede. Parece una iniciativa interesante introducir la obligación del doble etiquetado, es decir, que el consumidor pueda ver también el precio al que los agricultores han cobrado esa producción. Esto arrojaría luz sobre el mercado y frenaría las ansias especulativas de quien gana mucho dinero cada año intermediando en el sector sin ni siquiera tocar la fruta.