La creciente oposición de la población europea a la guerra contra Irak tiende a ser interpretada como antiamericanismo. Es el caso del filósofo francés André Glucksmann, quien ayer lo argumentaba así en El País: "El antiamericano que imputa todas las miserias del mundo a la garra omnipresente de los halcones de Washington me parece superar en ingenuidad la simpleza de espíritu que atribuye a los supuestos dueños del mundo". Y no se queda ahí: "A falta de concepto y de medios, Alemania y Francia se limitan a hacer rabiar a Washington para saborear la sensación de que cuentan. A riesgo de delegar la tarea de resolver los conflictos en los que nuestros viejos europeos evitan mojarse".

El catedrático Raúl Morodo reniega de ese concepto, también en El País: "No hay un antiamericanismo ideológico, sino crítica a la irresponsabilidad y a la voracidad". Ese es el sentimiento que destila la Carta del domingo de Pedro J. Ramírez en El Mundo: "Si la mayoría de los españoles consideramos negativa para nuestros intereses la actual política norteamericana no es porque seamos antiyanquis (...), sino que tememos las consecuencias que la implantación de la Doctrina del Ataque Preventivo puede tener". Y concluye: "Por mucho empeño que pongan, ni Aznar ni sus colegas van a conseguir que los europeos confundamos la Libertad Duradera con lo que el historiador Simon Schama define irónicamente como el ´supuesto derecho constitucional de los norteamericanos a llenar el tanque de la gasolina a dólar y medio por galón". Y menos que paguemos todos por ello.