Un malestar difuso recorre las ensimismadas provincias europeas del mundo occidental. Malestar creciente en los países más ensimismados de la vieja Europa, cuyos gobernantes se muestran indecisos frente a la ampliación de la UE, frente a las reformas inaplazables de los sistemas de protección social, sometidos a la doble presión de una población envejecida y de oleadas de emigrantes, o frente a la dependencia energética y al apocalíptico cambio climático. Y más indecisos aún frente al terrorismo yihadista que anida en su interior, cultivado por esa minoría de europeos musulmanes que reniegan del modo de vida europeo con fanatismo y violencia. Son los frentes abiertos por los procesos acelerados de globalización, que desactualizan constantemente los cálculos de la agenda política.

Ningún gobierno de la UE cuestiona abiertamente que la prosperidad venga con la globalización, con la extensión y multiplicación de los intercambios internacionales. La apertura de los grandes mercados asiáticos pone eufóricas a las empresas europeas, que se entiende bien con los gobiernos de la zona. Al mismo tiempo, estas naciones emergentes, que incluyen tres potencias nucleares, ganan capacidad de negociación política para imponer prioridades y calendario. Capacidad de negociación que se nutre no sólo de un potencial de amenaza y disuasión evidente, sino de la autoafirmación de sus propias ideas y valores, de la confianza en la superioridad de su propio modelo, basado en la mano de obra barata y disciplinada.

XCON DIFERENCIASx acusadas entre naciones, se conoce como modelo asiático al adoptado por regímenes autoritarios donde el éxito económico como estandarte del nacionalismo es el valor principal. Practican diferentes modalidades de capitalismo de estado, que dejan en manos del Gobierno la facultad de decidir quién se hace rico y desgraciadamente quiénes se empobrecen o permanecen en la pobreza. El entramado de intereses entre funcionarios y empresarios, lo que se denomina capitalismo de amigotes, es un terreno muy fértil para la corrupción. La elite que detenta el poder se reproduce en circuitos cerrados de promoción interna. Al que obedece lo dejan más o menos tranquilo. Este modelo recupera la moral tradicional de obediencia al poder como instrumento de cohesión social. El ejemplo más exitoso es una vez más China. El confucianismo en versión popular vuelve a guiar a los chinos, la sumisión al mandamás (el emperador en versión original).

Entre Asia y Europa, Rusia reaparece en escena. El régimen ruso cada vez depende menos económicamente de Europa, mientras que la UE cada vez depende más de la energía rusa. Financieramente fuerte, no parece que vaya a admitir injerencias externas en sus derivas autoritarias. En estas circunstancias, sin política exterior común, vemos a los gobiernos europeos lidiando juntos y por separado con Rusia y con China, que actúan por separado pero a veces juntas. Son muchos los frentes abiertos. Los ciudadanos perciben que los gobernantes van a remolque de los acontecimientos, que no los gobiernan. La falta de aplomo y de seguridad que transmiten puede llegar a generar ese miedo a la libertad que nos retrotrae a las pesadillas más atroces del siglo XX, vividas en suelo europeo, no lo olvidemos. Recordemos también que el autoritarismo nunca es alternativa a las frustraciones de la democracia y del ejercicio de los derechos y las libertades ciudadanas, con toda su complejidad y esa cierta anarquía inevitable. Ni siquiera ese autoritarismo suavizado que induce a la pasividad y al conformismo, dado que para saber lo que hay que hacer ya están los que mandan, que para eso están.

La construcción europea por vías burocráticas es ahora más insuficiente que nunca. Particularmente, para los nuevos miembros. Con subsidios escasos y sin compensaciones por los fallos del mercado o por su enorme deuda histórica , los países del este de la UE se afanan en liberar su propio potencial de crecimiento. Después de ser recibidos con poca generosidad política y financiera, cuando aún están reconstruyendo y refundando sus economías y sus estados, tienen que forzar al máximo su capacidad de adaptación y de flexibilidad para actuar en los mismos frentes .

Y del pensamiento global a la acción local , como dice el eslogan. En Extremadura, que el 70% de los trabajadores por cuenta ajena cobren menos de 1.100 euros brutos mensuales (datos de la Agencia Tributaria) debería ser razón más que suficiente para descartar cualquier estrategia de desarrollo regional adaptada o inspirada en el modelo asiático. La economía regional tiene un largo recorrido aplicando las viejas recetas occidentales, que prescriben iniciativa, innovación e incremento de la densidad empresarial en la estructura productiva. Y aprendiendo las nuevas lecciones del este, del coraje y la valentía para llevar adelante las reformas necesarias en tiempos de mudanza. Los extremeños tienen mucho que ganar con la globalización y la extensión del mercado interior de la UE y mucho que perder si se retrocede o se frena.

*Economista