Dramaturgo

Se ponen a decir que no salgan los conductores a las carreteras de España y al frío que llega, que no es poco, le añadimos más tiritonas psicológicas y unas ganas de quedarse en la cama bajo siete cobertores que no veas. A ese fenómeno se le llama "sensación térmica". En el Badajoz de la posguerra alargada, años cincuenta, hacía más o menos frío que ahora, pero era verle los sabañones en las orejas a mi amigo Martín, y nos entraba una "sensación térmica" que nos congelaba el alma. Ahora no, ahora puede hacer frío de bajo cero, pueden helarse los caños de la fuente del "señor de los anillos", pueden congelarse las rebajas y los sifones de Seragua, pero sales a las calles y ver a los vendedores de El Corte Inglés con esos trajecitos oscuros y camisas leves, ves a esos ejecutivos del Instituto San Telmo con gabardinillas de fina tela, y ves al Confite en mangas de camisa, y la "sensación térmica" te instala en Tenerife.

Badajoz es una ciudad de "sensaciones", lo que no quiere decir que sea una ciudad sensacional (es estupenda ciudad, pero no sensacional).

En Badajoz da la sensación de que todos los comerciantes están arruinados, todos los políticos se cabrean, todos los intelectuales están dormidos y todos los futbolistas están cojos, pues no es real el dato, se trata de "sensaciones" porque los comerciantes han atascado las calles con coches de fuera que venían a las rebajas, los políticos se expulsan de los sitios y acaban tomando copas en el Pepe Jerez, los intelectuales no duermen, es que se levantan tarde, y los futbolistas no están cojos, sino que los aficionados están ciegos y mudos. Badajoz es una ciudad de sensaciones y sus habitantes somos muy sensibles.