TMtelilla es España, faltaría más. Así lo dice la historia desde que España es España y así se consagra en la Constitución. Y como Melilla es España, nadie puede negar ni condicionar a ningún español que la visite cuando lo tenga por conveniente, aunque el ciudadano en cuestión sea el líder de la oposición. Tener que verbalizar estas consideraciones, como lo ha tenido que hacer Mariano Rajoy en su visita a la ciudad autónoma, puede parecer absurdo. Pero el hecho de que haya que desempolvar estos argumentos cada vez que un ciudadano políticamente relevante decide viajar a nuestras ciudades autónomas africanas pone en evidencia que la normalidad que se proclama en realidad no es tan normal.

Y eso lo sabe muy bien Mariano Rajoy, porque mientras avala la normalidad de su visita recordando que lo ha hecho en ocho ocasiones desde que es líder del PP omite que el presidente de los gobiernos de los que formó parte durante ocho años nunca pisó Ceuta y Melilla durante sus mandatos.

Por algo sería, y no precisamente por falta de tiempo o porque tuviera dudas de la españolidad de ambas plazas.

En diplomacia, como en política, el criterio de oportunidad condiciona las actuaciones de los líderes. Esta es una verdad tan elocuente como la españolidad de Melilla. Por eso, cuando aún está fresca la herida por los incidentes que se produjeron en la frontera el pasado mes de agosto y que tensaron las relaciones entre ambos países, quizás hubiera sido conveniente buscar otra fecha para realizar una visita tan normal. Aunque sólo sea para evitar que el ruido con el que siempre responderá el gobierno de Marruecos se mezcle con los ecos aún no apagados del último choque diplomático hasta convertirse en estruendo.