En este país cuando algo no nos gusta fruncimos el ceño. Arrugamos la frente y subimos el labio superior de la boca casi sin querer. Eso le ha pasado a más de uno estos días porque, sinceramente, con la que está cayendo no creo que estemos para dar palmas. ¿Palmas para qué? O mejor dicho ¿palmas por qué? La estampa de Pedro Sánchez llegando al complejo de La Moncloa como si regresara de vencer en la guerra de las Galias, con todo el Consejo de Gobierno aplaudiendo en pie, y una oportuna cámara de vídeo grabándolo, me resultó, cuanto menos, inoportuna. Verlo entrar en el Congreso de los Diputados, con todo su grupo llamado a filas y movilizado, aplaudiendo a rabiar, exagerado. Hay que tener en cuenta que en este caso sus señorías se estaban saltando el acuerdo de acudir al Congreso solo la mitad para no concentrar a tantas personas en el hemiciclo del pleno; pueden seguir la sesión desde casa telemáticamente como otras veces. Pero allí estaban todos, socialistas y podemistas, dando vítores al jefe para regocijo propio y rabia de la oposición, como si estuviéramos en plenas elecciones generales en vez de luchando contra una pandemia brutal.

Comprendo que en esta encrucijada que estamos padeciendo resulta necesario sentir el calor de los tuyos. Enfrente hay un PP que se opone a casi todo y un partido político como Vox que te llama «ilegítimo» y «criminal» a la vez que anuncia mociones de censura en diferido, pero montar un teatrillo impostado para darle lustre al líder me hace fruncir el ceño sin más remedio. No estoy diciendo que debamos estar de luto o callados como en misa, pero celebraciones ahora, cuando asistimos a la mayor caída del PIB de nuestra historia democrática y la lista de muertos sigue acercándose a los 30.000, cuando los brotes y los rebrotes nos sobresaltan a diario, resulta complicado digerir este tipo de comportamientos. No voy a criminalizar al gobierno, entiendo que hemos pasado y estamos pasando una crisis sanitaria sin precedentes sobre la que no había manual de instrucciones, pero no se trata de sacar pecho como si aquí lo hubiéramos hecho todo fenomenal y las gestiones llevadas a cabo en Europa por España nos fueran a devolver al punto de salida . ¿Uno ha hecho su trabajo y ahí entra lo posible y lo imposible para sacar adelante este país? Pues ya está, que la gente juzgue sin necesidad de poner en marcha estrategias cuyo único propósito consiste en apuntalar al jefe en el sillón.

No sé si se han dado cuenta, pero en este gobierno se está diluyendo el PSOE y creciendo el hiperliderazgo de Pedro Sánchez. Aquí ya nadie le chistea no sea que le corten la cabeza. Es cierto lo que dice el propio Sánchez de que hay legislatura para rato. En una batalla tremenda como en la que estamos es donde se fraguan las alianzas irreductibles y todo aquello que suponía desunión de un gobierno de coalición formado por partidos distintos (y hasta enemigos en determinados momentos), ahora parece olvidado. Los dos bandos se unen como la argamasa, lo demás es superfluo y el tándem Sánchez-Iglesias es lo que importa para todos cuando, además, se tiene claro el objetivo y, lo más importante, fijado el enemigo, en este caso la derecha.

Decía Guillermo Fernández Vara que este virus se iba a llevar por delante a toda una generación de políticos y que el peso de la desgracia iba a pasarle factura a todo el mundo. Visto lo visto, Sánchez es como los gatos, con siete vidas, porque no parece haberle hecho mella por mucho que se empeñe el PP y otros partidos de la oposición en lo contrario. No son posibles coaliciones alternativas, primero porque no suman y segundo porque no son convenientes para el PP, quien espera con paciencia un desgaste de Vox y que todos sus militantes y por supuesto votantes regresen a lo que era la casa común de la derecha. Y si a eso le sumamos Ciudadanos, que ha abierto el abanico de posibilidades de Sánchez para hipotéticos acuerdos, apaga y vámonos. En efecto, hay legislatura para rato.

Nadie tiene una bola de cristal ni sabe en qué va a acabar todo esto. Hay quien predice, con algunas dosis de pitoniso, que el gobierno va a dejar pasar el verano para salvarle los muebles al turismo y luego en septiembre todos en casa nuevamente confinados. Demasiado simplista el razonamiento, aunque ahora que sabemos que no existe ni ha existido nunca comité de expertos que asesore al gobierno (a pesar de haberlo informado añadiendo que no se querían dar los nombres de sus miembros por respeto a su privacidad) cualquier sabe.

En fin, seguiremos dando las cifras de contagios y de muertes diarias como hasta ahora, cerraremos negocios por doquier o extenderemos los ERTES hasta que se quiera o se pueda esperando la ansiada vacuna que llegará aunque aún no se sabe cuándo y en qué cantidad. Eso sí, de vez en cuando todos unidos asistiremos a un recital de palmas. Por favor, un poco de compostura.