TMtedea es la tragedia de alguien que no supo irse a tiempo. Su marido, Jasón, le decía, mira cariño, he conocido a otra, así que vamos a tomárnoslo con calma, seamos civilizados y ve tirando, tú por tu lado que yo seguiré por el mío. Pero ella, en vez de picar billete, picó a sus hijos y quemó a la novia de su ex. Cualquier cosa con tal de fastidiar a la oposición. Por eso mucha gente empieza a preguntarse si lo que está pasando en el gobierno no será una nueva tragedia, a lo Medea, de alguien que prefiere ver muerto a sus hijos antes que admitir que su marido ya no la quiere como cuando novios.

La situación es como para clonar a Eurípides y que nos la cuente aunque sea en griego clásico, a ver si así nos enteramos de lo que nos está pasando. En castizo, desde luego, no hay manera. La apatía y la desesperanza se han convertido en paisaje cotidiano y el prestigio exterior se ha ido tan a pique que ya sólo nos queda que destiña la Roja. Y, aún así, aquí nadie dice esta responsabilidad es mía. Sabemos que Rajoy es un patriota y que de él no cabe esperar que rompa nuestra tan arraigada tradición de no dimitir aunque se lo suplique a uno el mismo Jasón con sus argonautas. En ese sentido, nuestros políticos son mucho más adelantados que el papa Francisco . Llevan años, cuando les preguntan por sus respectivos corruptos, poniéndose beatíficos y respondiendo, sí, hijo, ya sé que mi tesorero ha sido travieso y algo sisón, pero quién soy yo para juzgarle. Todos los gobiernos que me ha tocado vivir en medio siglo de vida han sido la tragedia repetida de unos tipos que no supieron irse a tiempo. Eso me recuerda que quería decirles que yo sí me voy. Esta es mi columna de despedida. No como Medea sino como Ulises. Cambio de isla, pero sigo navegando.