WEwl edificio Windsor de Madrid, en el corazón financiero y comercial de la capital, ha quedado reducido a cenizas. El siniestro se declaró cerca de la medianoche del sábado y gracias, además, a que se trataba de una torre de oficinas, el fuego no causó ninguna víctima mortal, sólo heridos leves. Pero, a la vista de cómo las llamas han arrasado prácticamente el edificio, y como la eficacia de la actuación de los bomberos está fuera de dudas, queda la exigencia inmediata de que se expliquen de manera pormenorizada las causas del incendio.

La fatalidad no puede quedar como la principal explicación del siniestro. En el caso del Windsor, que estaba en obras desde hace un año y medio, hay que saber si se habían tomado las precauciones necesarias para garantizar la seguridad del edificio y, lógicamente, si entre los defectos a subsanar estaba el sistema antiincendios y la presencia excesiva de materiales inflamables en un complejo donde trabajaban miles de personas.

Una cosa es que los gobernantes madrileños supieran bien qué hacer durante las primeras horas --con todas las emisoras pendientes del suceso-- y otra, que no se sepa al final quién y por qué no supo evitar la destrucción total del rascacielos.