Las manifestaciones y paros habidos este viernes por el día de la mujer y sus derechos han sido un éxito sobre todo en cuanto al resultado de las concentraciones y manifestaciones por la tarde, que habrían reunido en las tres principales ciudades, Cáceres, Badajoz y Mérida, a casi 20.000 personas según fuentes oficiales, las policiales, que son las que conviene tomar en estos casos porque son las únicas de cierta fiabilidad.

A este paso, y es la segunda edición planteada como paro, como huelga, una jornada radicalmente reivindicativa por las mujeres, el 8-M va a convertirse en la gran cita anual de la movilización de izquierda en España, una vez que el 1 de mayo padece cierta languidez unida al desprestigio, como tantos colectivos incluido el oficio periodístico mismo, de los sindicatos que lo convocan.

Salen nuevas formas, nuevos puntos de encuentro amplios, como fue el 15-M, y como es ahora la Coordinadora 8-M que está siendo reforzada por impulsos e ideologías como las de Trump y Casado, lo que no impide reprochar con la misma contundencia algún cartel de mal gusto visto este viernes sobre la necesidad de que el actual líder del PP no hubiera nacido.

El jueves tenía lugar en la Asamblea de Extremadura el acto institucional del Día de la Mujer, en el que se eligió con acierto la intervención de cuatro de ellas que andan en profesiones teóricamente masculinas, como fueron la de una productora de programas audiovisuales, una dirigente de cooperativa, una sargenta primera de mecánicos militares, y una médico forense.

Contaron algunas anécdotas sobre techos de cristal y esos amargores, ahogados en rabia y silencio prudente, al oír determinadas expresiones y recibir ciertos tratos, como algunos que narró María Ibáñez Bernáldez, médica forense en el Instituto de Medicina Legal de Badajoz.

Los forenses, explicaba, tienen para todos un aura de misterio, policíaca, y asociada según películas y novelas a un hombre a veces extraño; tan extraño, se me viene ahora, como aquel forense aragonés que al robarse el cráneo del papa Luna mal custodiado en un palacio abandonado, recibió una llamada del juez para darle la noticia, seguida de una pregunta: «¿No habrás sido tú?»; por el interés científico e histórico de la calavera.

Recordaba María Bernáldez que al principio, cuando llegaba a un sitio por encargo judicial, los que la esperaban creían que el forense era su chófer, el hombre. Una mujer no podía dedicarse a ese arcano masculino.

Pero lo más sangrante, aunque a mí me abrió la carcajada porque tal estrechez mental es ya cómica, es que en una mesa redonda de médicos el moderador, colega, fue presentando a sus compañeros --»el doctor tal, el doctor cual»-- para cuando llegó a ella presentarla como «y María, la forense», como si no fuera doctora en Medicina.

Fue un discurso muy poderoso, habló de unas estadísticas sobre feminización de la profesión. María Ibáñez es de Olivenza, y alguien apuntó que quizá en el futuro se hablaría más de ella.

Bien habló la presidenta de la Asamblea, Blanca Martín, de la presidenta del Congreso, exministra de Sanidad y exministra de Fomento, la zamorano-gallega Ana Pastor, que estos días atrás acusó a los socialistas de ir «dopados» a las elecciones con los decretos-ley del gobierno de Pedro Sánchez, una acusación, impropia de su papel institucional, a la que también había quitado importancia el día anterior el presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, que como recordó y se sabía, tuvo una buena relación con ella como ministra de Sanidad.

Lo que no le privó al presidente de devolver el bumerán diciendo que «quienes iban dopados son otros», referido a financiación irregular del Partido Popular.

Ana Pastor, la ministra de Fomento archifotografiada con los puentes del AVE sobre Tajo y Almonte que no avanzaban. «Venían, se hacían la foto, y se volvían a Madrid», repudiaba días atrás el mismo Vara.