La prohibición de fumar en la calle no me afecta porque hace tiempo que me quité. Pero la condición que rige para la prohibición –a saber: si no se mantiene la distancia de seguridad- prueba que lo prioritario es prohibir, no prevenir contagios. Porque si la prohibición es solo --ay, solo-- para los casos en que no se guarda la distancia de seguridad, lo razonable sería obligar a mantener la distancia, no prohibir lo que en ella se haga, sea fumar, hablar o soplarse besitos con la mano. Dicho de otro modo: no la prohibición de fumar si la distancia no se cumple, sino la obligación de fumar manteniendo la distancia. Y sirvan como ejemplo los aquejados de las llamadas «gotitas de Flügge» --no hablo de tialismo, ojo--, que expelen profusa e inadvertidamente microgotas de saliva cuando hablan o incluso cuando espiran. ¿Les prohibimos que hablen o les obligamos a hacerlo manteniendo la distancia de seguridad? De acuerdo, fumar es opcional y los afectados de Flügge no, además de ser solo eso, un caso, una excepción, pero no se trata de señalar un culpable --lo moral, si eso, otro día-- sino de sospechar que la prohibición de fumar se justifica por la prohibición misma, ya que solo la distancia evita contagios, haya o no fumadores entre los distanciados.

Pero es comprensible que las autoridades prefieran «la prohibición de fumar si no se mantiene la distancia» en lugar de «la obligación de fumar manteniendo la distancia», porque la prohibición se entiende mejor, y se acata, mientras que una obligación es solo una obligación, como la de reciclar o recoger las mierdas del perro, que se hace o no. Además, la diferencia entre prohibir y obligar --sí, para obligar también hay que multar-- es sobre todo cultural. Prohibir es un verbo que sobresalta, un verbo cuya sola mención previene y pone en guardia, aunque se trate de una señal de tráfico incorrecta: «Prohibido ceder el paso», o de un aviso de Perogrullo: «Prohibido subir al tren en marcha». Y como el verbo prohibir reclama enseguida un qué -¿qué está prohibido, qué se prohíbe?-, ha bastado que en este caso se trate de fumar, un hábito ya bastante despreciado, para garantizar el éxito de prohibirlo. Por no decir que además se ha hecho bien: acordando la prohibición con los gobiernos autonómicos y, para acordarla sin el escrúpulo de nadie, incluyéndola entre las nuevas medidas de prevención y contención de los nuevos brotes, una más.

Y ya digo que esta prohibición no me afecta. Hace tiempo que me quité y ya solo salgo de casa para coger el coche al primer aeropuerto y volver cuando la obligación me prohíbe seguir fuera. H