Me comentaba el otro día un paisano: "Pues mira tú que corté una avenilla loca y me la metí en la boca. Al momento, la tuve que escupir. Aquello amargaba como la hiel. Luego, me enteré que hacía pocas horas que los servicios de vías y obras de la diputación habían fumigado aquellos contornos".

¡Una verdad como un templo! Porque ahora, la Administración ya no se anda con chiquitas. Que las cercanías de las carreteras están atiborradas de hierbas y matas, pues... ¡a fumigar se ha dicho! Y allí están las maquinitas de rigor vomitando herbicidas, a los que el vulgo conoce familiarmente como veneno , pese a que también lo utilicen los agricultores para tratar sus fincas.

¡Ay la Extremadura verde que tanto preconizan los servicios publicitarios de nuestra Administración! ¡Vaya manera de predicar con el ejemplo! Y, luego, ni miran ni reparan a la hora de soltar el veneno. Lo mismo se cargan una parra del vecino, que agostan una higuera. ¡Pobres de los cultivos y de las fuentes que se encuentran en las inmediaciones de las cunetas!

Hasta el escroto nos lo llenan de productos químicos, que el otro día, sin ir más lejos, otro paisano me contaba que, después de haber pasado la siesta a la sombra de un nogal de su propiedad, tuvo tal comezón en sus partes, que se tiró toda la tarde y parte de la noche rascándose las entrepiernas. El nogal, claro está, se encuentra inmediato a la carretera. Y aquella mañana las dichosas maquinitas habían estado vertiendo sus ponzoñas sobre cunetas y arcenes.

¿A dónde nos quieren llevar con tanta refinería y tanta química desparramada a lo argo de nuestras vías asfálticas?

Félix Barroso Gutiérrez **

Santibáñez el Bajo