Mañana lunes, la Asamblea de Extremadura se viste de largo para acoger, por fin, el debate de enmiendas a la totalidad de los Presupuestos de Extremadura. Pasa como en el tiovivo, que volvemos al punto de arranque de noviembre, cuando el PP decidió coger por la calle de en medio y confabularse con Podemos y Ciudadanos para tumbarle las cuentas al Gobierno. Esta vez, la cosa llega con el visto bueno del PP, lo que chirría para un gobierno del PSOE, declarado enemigo de la derecha y de su líder, José Antonio Monago, pero supone sobrepasar la barrera de la mayoría parlamentaria de que goza la oposición y conseguir que Extremadura finalmente disponga de cuentas públicas. El fin justifica los medios, se puede decir en este caso, bailar con el más feo o la más fea a costa de que después te invite a cenar.

Pero, ¿son cuentas del PSOE o son cuentas del PP? Pues ni de unos ni de otros y de los dos a la vez, lo que pone de los nervios a Podemos, única fuerza política que ha decidido enmendarlos, por coherencia, pero sin ninguna consecuencia: su exigua representación, seis diputados, valen muy poco, si acaso para hacer ruido, frente a los 30 del PSOE y los 28 del PP. A diferencia de la vez anterior que hubo tres, la única enmienda a debatir esta vez será la de esta formación, cuyo líder, Alvaro Jaén, se prepara ya para sacarle los colores a los socialistas advirtiéndoles de haber emprendido el camino del mal y sobrepasado el remate del disparate, que es sentarse a parlamentar y acordar las cuentas con quien hace sólo seis meses ocupaba el sillón del gobierno y hubo que tumbar con la coaligación de las fuerzas de izquierda.

Hace unos días me preguntaban qué va a pasar a partir de ahora. Y la respuesta cómoda fue: ni idea. Y es que después de tanto tiempo se ha visto de todo y lo que parece blanco se convierte en negro o al revés. ¿Se puede gobernar con una investidura apoyada por Podemos y unos presupuestos acordados con el PP? Pues como poder, se puede. Pero consecuencias tiene que haber, de eso no hay duda. El funambulismo de Guillermo Fernández Vara encima del alambre es más que evidente, pero soportar el equilibrio con la derecha y en este caso con la izquierda más izquierda que la suya debe resultar más que complicado. Y, sinceramente, creo imposible poder jugar con dos barajas de cartas a la vez y coger naipes de una u otra a conveniencia del momento.

Este remate a gol a la portería de Podemos puede suponer perder el partido al final del tiempo reglamentario que en este caso es una legislatura. O ganarlo definitivamente porque en las filas de la formación morada hay cabreo no sólo con el PSOE por no llegar a un acuerdo con ellos, sino también con sus propios dirigentes, a quienes se acusa, siempre en privado, de no haber sabido dominar la situación ni embridar al caballo de los socialistas hacia la dirección correcta. No quiere decir que sea lo mismo, pero en el año 1995, cuando Ibarra estaba en minoría como ahora, se cansó de la Izquierda Unida de Manuel Cañada y llamó al popular Juan Ignacio Barrero para negociar y alcanzar como ahora un acuerdo presupuestario. Ello trajo como consecuencia encumbrar a la derecha, de eso no hay duda, pero la formación de izquierdas, ya en crisis, entró en barrena y acabó por dividirse, tanto que el propio Ibarra recuperó su mayoría con el traspaso de fuerzas al PSOE. Advertidos quedan.

Escuchar a los portavoces del PSOE y de Podemos hace unos días en la tele pública extremeña durante un debate televisado era digno de contemplar. Uno y otro a la gresca, dándose lecciones de izquierda y de coherencia, siendo contemplados --no sé si con admiración o ciertas dosis de satisfacción-- por las portavoces del PP y Ciudadanos. Cosas de la política, que diría alguno, pero que definen muy bien el terreno de juego en el que parece que se va a mover Extremadura en los próximos meses.