De lo que más se habla estos días en Alemania es de fútbol y de orden público o, lo que es lo mismo, de seguridad. Para el fútbol está todo preparado: los campos, los balones, los marcadores y los chiringuitos de las apuestas. Durante un mes el balón tendrá unas dimensiones planetarias, será el indiscutible rey del universo. Los especialistas estudian uno a uno los jugadores de cada selección, su estado físico y anímico. El estado de forma en que están.

Después de estos sesudos análisis no hay novedad al dar los nombres de los posibles equipos ganadores, los más repetidos son Brasil y Alemania, tanto que el sí y el no se citan alternativamente como si estuviéramos deshojando margaritas. También suena Francia, aunque Francia ya cuenta menos, sus grandes estrellas han perdido luz con el paso de los años y para ilustrarlo aluden a Zinedine Zidane , aunque los aficionados confían en la potencia y en el talento de Thierry Henry . A Italia se la cita menos, sobre el papel tiene pocas oportunidades, muy pocas, le falta gente como aquel Paolo Rossi del 82 que veía puerta con las dos piernas y desde todos los ángulos.

¿Y España? En las quinielas de los posibles ganadores España no suena, no figura, tampoco nadie recuerda el viejo mito de la furia española, tal vez porque nunca existió, fue una entusiasta creación retórica de Matías Prats a la que se apuntaron los fervores de los comentaristas. Resultaba una muleta verbal muy efectista en las retrasmisiones y un ajo de optimismo para estimular las discusiones. De todas formas, el fútbol es el deporte que genera las emociones más fuertes y las pasiones más ruidosas. En Alemania se han entrenado especialmente para neutralizar a los violentos y que la sangre no llegue al Rhin. Las especulaciones en torno al mejor jugador barajan pocos nombres: por delante sitúan a Ronaldinho e inmediatamente, a Henry ; aparecen después Messi y también Casillas , que puede proclamarse mejor portero.

De terrorismo también se habla, y la policía y el espionaje alemán trabajan para que no haya sorpresas, como ocurrió en los Juegos Olímpicos de Múnich, en 1972. Se hacen radiografías de las palabras y las posibles consignas que envían los grupos islamistas. El Mundial de Alemania es el tambor mayor que, golpeado por el terrorismo, tendría ecos absolutamente planetarios.

XPERO EL GRANx debate que ha surgido como efecto colateral de esta celebración gira en torno al sexo. La polémica está alcanzando unas agrias temperaturas y en ella participan pensadores, políticos, deportistas y feministas de todas las latitudes de la reflexión y la ética. La frase que ha salido como un eslogan contra la explotación sexual de las mujeres, es: "Comprar sexo no es un deporte". Las informaciones que dieron origen a la polémica se basan en altas cifras de negocio y en datos concretos. En las ciudades que van a ser sede de las eliminatorias, se han preparado los burdeles con más confort y más cuidado que los estadios.

Todo está a punto, desde las perfumadas espumas para las saunas a la elasticidad de los colchones, y por supuesto, la suavidad de las sábanas. Y para dar vida y animación a este entorno sofisticado y rosa hay que conseguir las mejores chicas. ¡Girls, girls, girls! En ello están. Desde hace más de un año, los ojeadores de los suntuosos cuerpos de mujeres jóvenes recorren diversos países del mundo para encaminarlas hacía las cercanías de los estadios alemanes. Las mafias del comercio sexual no descansan para ofrecer mercancía fresca.

En los cálculos de los sociólogos salió la cifra de mujeres que se necesitaban para satisfacer las necesidades coyunturales del mercado, unas 40.000 o 50.000, las mismas que calcularon los proxenetas que dominan y controlan ese sórdido comercio. A la cita deportiva acudirán unos tres millones y medio de hombres, aficionados de los cinco continentes, dispuestos a entregarse a la euforia del triunfo y a la consolación de la derrota. Un buen número de ellos, según las estadísticas, contrabalanceará la presencia en los estadios con la visita a los burdeles.

El descanso de los guerreros. El sexo forma parte del tercer tiempo y mueve cifras colosales. Parece que los giros del balón excitan la libido. La multiplican, según se puede leer estos días en sesudos ensayos que analizan las pulsaciones eróticas de la sangre. El reclutamiento de las muchachas se hizo en las diferentes geografías del universo, muchas veces con engaños y falsas promesas, otras ya formaban parte del mercado de esclavas controlado por poderosas mafias. De España también van, e incluso he leído la cifra de unas 5.000, de las cuales solo 1.000 serán españolas. Falta el rigor de la exactitud en estas cifras, pero el paisaje global es cierto.

Para los juegos del tercer tiempo se ha construido un enorme escenario, lleva el nombre de Artemis y está situado a dos estaciones de metro del Estadio Olímpico de Berlín. Suma 3.000 metros cuadrados de superficie, es el gran megaburdel, el supermercado de todas las delikatessen y los más exigentes kamasutras del sexo.

Ségol¨ne Royal , la aspirante a candidata socialista a la presidencia francesa, es una de las voces más combativas que se están oyendo: afirma que es intolerable que en el corazón de Europa se organice un mercado de esclavas.

Los que hacen números se fijan en la cerveza. Se consumirán unos 70 millones más de las habituales... borracheras.

*Periodista