Yo no creo que la literatura exista porque la vida no basta, no es suficiente, como decía Pessoa.

Existen las cerezas, las fresas, los arándanos, la sandía como la promesa de una siesta cabezona que trae memoria de un camisón blanco fruncido y unas sábanas que ya no conservan inocencia alguna.

Existe el olor de las madrugadas de verano, y las de octubre, y la lluvia resbalando por los cristales una mañana de domingo cualquiera. Y los hijos, su sabor a vainilla y chocolate, la risa y el amor como un café cargado, que se deja reposar o se bebe ardiente para adivinar en sus posos el futuro.

Y la familia, su refugio seguro, andamio de la construcción de una vida, hecha también de tardes y siestas susurradas a salvo del calor de unas calles que aguardaban la promesa de aún no sabíamos qué.

Y el trabajo cuando pesa, y cuando se vuelve ligero. Y los amigos, esas personas que pudieron pasar de largo y no lo hicieron, los de la infancia, los de la carrera, los que te han traído los libros, las charlas, los versos y los cuentos.

La vida basta, sí, y amanece cargada de sorpresas, pero la literatura te hace regalos con los que no contaba. No hablo de premios ni reconocimientos, sino de posibilidades, de gente que llega un día y se queda a tu lado, y hasta acepta invitaciones sin remunerar (esa lacra de los escritores y en general de los artistas) por una buena causa, para compartir un día entero de calor en Robledillo de la Vera, por ejemplo.

Aceptan porque aprecian la amistad, pero también porque aprecian lo que hacen y saben su valía. Por eso regalan su tiempo y sus conocimientos para conversar sobre la despoblación con las personas del pueblo, con el alcalde, con todo aquel que quiso acompañarnos este fin de semana.

La vida basta, sí, y la literatura también, y cuando se juntan las dos, y hasta hay cerezas por medio, risas, complicidad, cerveza bien fría, y generosidad enorme, no queda otra que pensar que sea como sea existe un futuro y también un ayer, y un presente afortunado que colma este principio de verano, cargado de promesas suficientes.