Hace un año parecía imposible pensar que un personaje como Donald Trump pudiera competir hasta el final en la carrera presidencial estadounidense. Sin embargo, lo impensable se ha hecho realidad, y no solo eso: podría incluso llegar a la Casa Blanca. Estamos en un mundo en el que las certezas con las que convivíamos han dejado de serlo. La brecha social se ha agrandado. La que separa a gobernantes de gobernados es ahora un abismo. La esperanza de un futuro mejor para las generaciones venideras es hoy una vana ilusión. La idea de progreso que ha alimentado a tantas generaciones está en dique seco. En este clima en el que tantos ya nada tienen que perder, un personaje como Trump es un asidero, una tabla de salvación.

Que a Trump le apoyen tanto el Ku Klux Klan como el Kremlin, que lo hagan tantas mujeres pese a la vulgaridad y los insultos proferidos contra su dignidad, que haya demostrado tanta ignorancia de cómo funciona el mundo más allá de sus negocios, es un indicador del grado de frustración de parte de una sociedad que se ve perdedora y arrinconada. Que una candidata como Hillary Clinton, posiblemente la mejor preparada, con mayor cultura política y con más experiencia en muchos años, no haya logrado imponerse a Trump y tenga que disputar el voto hasta el último minuto refleja esa frustración, porque la aspirante, pese a todo su haber y saber político, es precisamente una representante de ese mundo que ha defraudado a tantos y tantos ciudadanos.

Vistas desde Europa, estas elecciones pueden parecen un show del que aquí somos meros espectadores. Nos equivocaríamos si así lo pensáramos. Los varios populismos que acechan en cada vez más países europeos responden a una lógica parecida a la que ha llevado a Trump a las puertas de la Casa Blanca. No podemos olvidar con qué facilidad, y en un contexto económico mucho más favorable, Italia ya tuvo su Trump en la persona de Silvio Berlusconi. Hoy, con los efectos devastadores de la crisis, una victoria de Trump daría a los populismos europeos el líder mundial del que carecen y sería la puntilla para la Europa basada en los valores que hemos conocido. Si el resultado de las elecciones estadounidenses siempre ha tenido consecuencias en Europa, ahora puede ser devastador a una y otra orilla del Atlántico.