TLtlevamos décadas anunciando el final de la prensa escrita, como antes lo hicimos del cine o de la radio, y ahí siguen esos medios ocupando un espacio insustituible. Pero, sin duda, algo se mueve en el periodismo impreso, tanto en lo que se refiere al modelo de negocio, como a los contenidos y a la competencia con los nuevos medios digitales. Burson Marsteller ha hecho una interesante encuesta a cien periodistas de referencia de Europa, Oriente Medio y Africa y ha llegado a interesantes conclusiones. La primera, que la percepción del problema es la misma independientemente del área geográfica, cultural o de desarrollo: los periódicos están amenazados por diversos factores y el futuro es muy incierto porque toda la industria mediática está sometida a un fuerte seísmo. A ninguno de estos problemas es ajena la situación en España. El primer problema es el importante número de periodistas despedidos con la consiguiente reducción de las redacciones, ya de por sí escasas para el trabajo que hay que realizar. Esos despidos afectan normalmente a los empleados con más experiencia y más caros y las plazas vacantes se cubren (a veces ni eso) con periodistas con menor preparación, escasa experiencia... y sueldos más bajos. La precariedad en el empleo periodístico es creciente.

Los que han tenido la suerte de mantener su trabajo tampoco están tranquilos: les amenaza la incertidumbre en el empleo; se ha incrementado su carga de trabajo; tienen que atender la demanda de contenidos multiplataforma --el periódico, la actualización y seguimiento permanente de las noticias en internet y otros medios, y, en algunos casos, contenidos de pago--. Todo ello repercute en la calidad y variedad de la información que se ofrece. Plantearse contar con equipos de investigación que tengan tiempo para profundizar en las noticias parece una quimera. Ni siquiera es siempre posible acudir a las ruedas de prensa o salir a la calle a buscar y contrastar la información. Hay un amplio grado de acuerdo entre los periodistas de que la calidad y el nivel de su trabajo están disminuyendo como consecuencia inevitable de la austeridad financiera y de la descapitalización humana.

El modelo de negocio basado en la venta de periódicos y en la publicidad también está cambiando. Los jóvenes no compran periódicos y las empresas han rebajado la inversión en publicidad al mínimo. Los empresarios están buscando todas las fórmulas posibles para hacer caja y no presentar deudas a final de ejercicio: promociones, cobro de contenidos, servicios especiales de pago, pero es muy complicado cobrar lo que todos se han acostumbrado a tener gratis.

Los viejos medios están en la encrucijada y los nuevos, concluyen los periodistas, están cambiando tan radical y rápidamente que nadie realmente tiene ninguna idea de cómo serán usados, cómo evolucionarán y cómo acabarán finalmente. Es un asunto fundamental para la sociedad y debería abrir una reflexión serena, porque sin unos medios libres, sin una prensa de calidad, la libertad y la democracia pueden estar a merced exclusiva del poder.