TCtreo que era en la enciclopedia Alvarez --nuestra fuente de sabiduría escolar de los años cincuenta-- donde leí, releí y aprendí de memoria, emocionado y conmocionado, El Embargo , de José María Gabriel y Galán. Después fui alternando sus versos con los de Luis Chamizo, y creo que de ahí empecé a experimentar pobremente con el lenguaje, a escribir, creyendo, como tantos, que me iba colocando sin parar a su altura.

Ahora que conmemoramos el centenario de la muerte de Gabriel y Galán volverán a reverdecer sus imitadores. Tanto en los concursos escolares, estimulados por los profesores, como en los corrillos literarios de animosos versificadores. Y ese es el peligro. Sus composiciones sencillas y pegadizas, emotivas, directas, descriptivas, lineales, parecen a primera vista fáciles de igualar, y muchos se prestan, se prestarán a intentarlo. Sin embargo, el mérito de nuestro poeta, como también el de Chamizo, está en su originalidad e irrepetibilidad. Son como piezas únicas cuyos duplicados siempre serán defectuosos.

Este poeta salmantino tan arraigado en Extremadura tiene ese mérito: lo personal e intransferible de su estilo. Y también lo humilde de sus composiciones. Aprovechemos, por tanto, esta conmemoración para recrearnos en sus trabajos, en su obra, contextualizándola en su tiempo y mentalidad. Tampoco hay que ir más allá, ni menos. Y el que quiera, y pueda, que cree su universo literario. Pero que no trate, porque será un fracaso, de continuarlo y superarlo. En cualquier caso, aprovechemos, como lo hemos de hacer con el cuarto centenario de El Quijote, la conmemoración para acercarnos a su obra, disfrutando.

*Historiador y concejal socialistaen el Ayuntamiento de Badajoz