TStalpicaban las olas el Malecón y en el Rincón de Beni Moré cantaban los Matamoros un Tristeza servido con mojitos y maní. Fue cuando llegó el maestro César Portillo. "Es hora de que dejen de hablar los políticos y se suban otros a las tribunas", exigía el compositor de Contigo en la distancia , y miraba la punta de su cigarrillo de ochenta y tres años. "Seguro que me llama el comandante. Y estoy dispuesto a hablarle. Dos horas con él y se lo aclaro".

Rodaban los viejos Ladas por la Habana Vieja y el recuerdo de sus muelles, los del puerto y los de los Ladas, llenaba de nostalgia mente y posaderas. La prieta Tania me ofrecía una revolución proletaria de aluminios reciclables, y en casa de Juanito los catálogos para Arco 2005 mostraban la fecundidad de unos artistas exuberantes. "Es hora de que triunfe la emoción sobre el comercio, de que vuelva el sentido humanístico a presidir la Revolución", declamaba el maestro César esperando la llamada. Días antes era imposible pasear por las calles con Farah María, aclamada por más de tres mil almas en el Teatro Heredia de Santiago de Cuba y como una diosa en el teatro Nacional de la Habana, arropada por quienes saborearon el éxito con ella años atrás, Miguel Angel Piña, Héctor Téllez, faltó Meme Solís pero se le nombró y fue un escalofrío al que siguió el mayor aplauso. Farah es diosa en Cuba, cantante, señora, sencillez y elegancia sobre el escenario. En España la tenemos y en Cuba le rinden culto. Como fue aquel bolero, y el cuerpo de la Gacela de Cuba trazando melancolías en las tablas, inolvidable. Luego volvimos y en España sólo hablaban de jineteras y famosillos del corazón que se sienten espiados.

*Dramaturgo y director del Consorcio López de Ayala