A Manuel Fraga se le han escapado los disparates en esta campaña electoral, cuyo resultado veremos hoy, tan sólo porque siempre los tuvo contenidos. En Galicia, durante estos quince días hemos podido ver que se han juntado dos PP que pugnan por su propia destrucción: cada vez que ha abierto la boca Angel Acebes se ha acrecentado la cima que les separa del poder porque la extrema derecha, si existió en Galicia, ha estado históricamente tamizada por el galleguismo, que es una forma de entender lo español que siendo diferente no causa diferencia.

Lo que no admite un gallego conservador es verse retratado por Zaplana . Y para colmo de males, a don Manuel, cuando se le dispara la lengua sin contención el resultado es el esperpento, que en época de Valle Inclán era literario porque se basaba en la denuncia del surrealismo y resultaba simpático porque siendo crítico no resultaba ofensivo.

Es cierto que el candidato socialista no es la alegría de ninguna aldea. Y que el BNG es como una reedición de Carod Rovira , que no se sabe si va o viene, pero los aires de cambio, cuando se producen, sólo soplan fuerte y no son exigentes con la dirección. Luego vendrán los problemas y se resolverán como se pueda, que es lo que pasa siempre.

El caso es que a los gallegos que vayan hoy a votar se les ha duplicado la responsabilidad sin haberles sido convocada. No sólo tienen que elegir su gobierno para la Xunta, sino que el resto de los españoles les demandamos que creen, por vía indirecta, una derecha transitable. Y en eso están colaborando desde Mariano Rajoy a todos los que convocan cada manifestación disparatada. Da igual las víctimas del terrorismo que los papeles incautados a la Generalitat de Catalunya o los matrimonios homosexuales. Por si había alguna duda, la Conferencia Episcopal ha hecho suya la derechización del Partido Popular. Sólo faltan los Rosarios de la Aurora, pero afortunadamente las izquierdas se han olvidado de reventar los actos litúrgicos.

Ahora, a Manuel Fraga, que es el presidente fundador de la cosa que dirige Mariano Rajoy, le toca enterrar a esta derecha ultramontana, que no deja de ser una forma de cerrar el círculo para dar origen a una España moderna que le permita a la derecha salir de las cavernas.

Por el bien de todos conviene que Manuel Fraga refunde su partido desde su cataclismo electoral. Es el último servicio que puede brindar a España. Y en eso, si lo consuma, le tendremos que estar todos agradecidos. En primer lugar, los militantes del Partido Popular, aunque no se hayan dado cuenta de que a ellos también les toca atravesar el desierto.

A los gallegos que vayan hoy a votar se les ha duplicado la responsabilidadsin haber sido convocados. No sólo tienen que elegir su gobierno para la Xunta, sino que el resto de los españoles les pedimos que creen, por vía indirecta, una derecha transitable