TTtengo escrito que la principal ventaja electoral del PP es la fidelidad de sus votantes. El apoyo masivo que obtuvo en Madrid Alberto Ruiz Gallardón en las pasadas elecciones municipales es la prueba de que al margen del perfil público de los candidatos, a la hora de la verdad, los votantes populares apoyan sin fisuras a los suyos. La tradición es otra entre los partidarios de la izquierda socialdemócrata. En esa tribu, las adhesiones no suelen ser inquebrantables; fuera de la masa de militantes con carné y más allá de las gentes cuyo empleo está relacionado directamente con la permanencia en el poder del partido --en este registro, Andalucía sería el paradigma--, el resto de votantes lo son en función de las circunstancias.

Quiero decir, en suma, que así como a Rajoy le votarán hasta aquellos seguidores del PP que están convencidos de que Esperanza Aguirre o Rodrigo Rato serían mucho mejores candidatos, en el caso de Rodríguez Zapatero , no sucederá lo mismo; hay gentes dentro de la órbita socialista que le votaron hace tres años pero que el próximo mes de marzo optará por la abstención.

No digo que los votantes del PSOE tengan más agudizado el sentido de la crítica política, lo que digo y a lo ocurrido en los últimos años me remito, es que en España hay una masa de ciudadanos que no tienen su voto cautivo. ¿Qué quiere decir esto en términos prácticos? Pues que como vienen reflejando las últimas encuestas, a día de hoy, el resultado de las próximas elecciones es incierto. La ventaja del PSOE que apuntan algunos sondeos no está consolidada y determinados factores --caso de la situación económica, la acrecida arremetida del terrorismo o el descontento por la política territorial del Gobierno--, pueden torcer ese pronóstico. Ellos lo saben y por eso han vuelto de las vacaciones con ganas de pelea. El presidente diciendo que la economía española ha entrado en la Champions League y Rajoy, el aspirante, asegurando que puede formar 50 gobiernos infinitamente mejores que el de Zapatero.