Se bajaron del autobús, en Jaén, encabezados por la reaparecida Cristina Almeida , y se dirigieron a un auditorio con carteles de Garzón a la manera de Warhol . Y luego vinieron las proclamas y las adhesiones...

Es cierto que las querellas contra Baltasar Garzón promueven gran incomodidad en quien las analiza desde una perspectiva serena, constitucional, anclada en el Estado de derecho y en la independencia de la justicia, porque los querellantes son, sobre todo, gentes poco recomendables. Pero entonces, ¿la justicia tiene que actuar en función del pedigrí democrático de quien establece el procedimiento? Si esto sucediera, solo podría ser posible si se le limitaran los derechos fundamentales a personas con pensamientos y actitudes odiosos, pero que se han limitado a usar los procedimientos previstos en la ley de enjuiciamiento criminal. Deberían ser las reglas de juego. Tal vez hay que recordar que lo que importa es muy sencillo: saber si Garzón vulneró la legalidad.

Nadie está fuera de la ley, incluso cuando las razones para violentarla fueran las más nobles. Si un juez sobrepasa, en el ejercicio de su labor jurisdiccional, los límites de lo que le está permitido por la ley, a sabiendas de que lo hace, comete prevaricación por muy altas que sean sus miras. Y por muy odiosos que sean sus denunciantes.

Resulta muy complicado criticar a Garzón porque se ha establecido la ecuación de que hay una operación para machacar al juez providencial en la que estarían --porque de otra manera sería imposible-- los miembros del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder judicial. Los que defienden incondicionalmente a Garzón confunden las acusaciones que se le hacen con las gentes que las promueven.

La revuelta general de los amigos de Garzón se lleva por delante la independencia de la justicia, porque su linchamiento solo es posible con el beneplácito de sus más altos organismos de la justicia. Pero, con esas manifestaciones, con el presidente a la cabeza, ¿quién se atreve hoy desde la izquierda a ponerse frente la adhesión inquebrantable de un juez Garzón a la manera de Warhol?