El intento de apartar a Baltasar Garzón de la Audiencia Nacional y de suspenderle como juez está aún lejos de alcanzar su objetivo. Por dos razones: la primera es la impresionante movilización que el caso ha suscitado tanto en España como en el extranjero; y la segunda reside en que el magistrado no se va a rendir fácilmente.

Garzón presentó el sábado un escrito de recusación del magistrado Luciano Varela, instructor del caso relativo a la supuesta prevaricación en la investigación sobre las víctimas del franquismo. Garzón se basa para recusar a su acusador en que Varela ha intervenido como lazarillo de las partes acusadoras (Falange Española y el seudosindicato ultra Manos Limpias), a las que ha aleccionado sobre la manera de presentar sus escritos acusadores. Manos Limpias rectificó lo indicado por Varela y sigue en la causa, cosa que no hizo Falange y ha sido expulsada. Pero esta expulsión no enmienda la insólita iniciativa de un instructor haciendo de juez y parte al señalar a la acusación cómo debe hacer su trabajo. El Supremo deberá ahora resolver sobre la recusación y decidir si nombra un nuevo instructor, en una nueva resolución que será a buen seguro polémica y que seguirá dividiendo a los dos bandos irreconciliables que se enfrentan en este caso.