Es esta mi primera tribuna del año y se publica en el instante oportuno para realizar una reflexión de lo que ha pasado y hacer una propuesta de futuro; es el momento en el que uno se plantea si alguna de las semillas que lanza ha caído en tierra fértil o si, por el contrario, no consiguió que nadie le hiciera el menor caso.

Una de mis preocupaciones durante el pasado año tuvo que ver con el ahorro de energía que cabe esperar de nuestros gobernantes en tiempos de crisis, y una denuncia mía ha sido la existencia de una urbanización en el Mocho, en la zona donde se monta el controvertido mercadillo de los miércoles, donde no se ha construido aún ni una sola vivienda pero que está magníficamente iluminada, desde las seis de la tarde hasta bien entrada la mañana, por más de dos centenares de farolas, cuyo gasto mensual sobrepasa los tres mil euros, que cada mes tiramos literalmente a la basura mientras contaminamos lumínicamente la Ribera del Marco, uno de los lugares más interesantes desde el punto de vista faunístico de nuestra ciudad.

Atribuyen a Winston Churchill la célebre frase de "muchas veces me han hecho cambiar de opinión pero jamás el voto". Traigo esta frase aquí para tratar de escenificar el comportamiento de quienes pueden haber sido convencidos de que lo que hacen es una aberración desde cualquier punto de vista que se plantee, pero que por no dar su brazo a torcer persisten en el error. Tiene que ver también con los técnicos que dicen que es un gasto superfluo pero que es una urbanización recepcionada.

Se preguntarán por qué traigo ahora este tema a colación. Pues bien, lo hago porque he descubierto que la mayor parte de las alcaldesas y alcaldes de nuestras ciudades y pueblos han experimentado, con motivo de la Navidad, una drástica concienciación ambiental que no creo que tenga nada que ver con la crisis sino con que por fin han visto la luz y han decidido que ésta sea de tipo leed. Que nadie piense que es solo ahorro; es una preocupación por el medio ambiente, por la contaminación ambiental, el aumento de la huella ecológica de nuestros pueblos y ciudades y por su compromiso para disminuir las emisiones de CO2 a la atmósfera. Imagino que no les habrá sido fácil explicarles a los comerciantes que la disminución de la iluminación navideña, que ellos culpan de la bajada de sus ventas, se debe a esa concienciación y no únicamente a un ahorro de energía y de alquiler de lucernarias.

Espero que la concienciación no se les olvide a nuestros gobernantes después de la fiesta de los Reyes Magos y procedan, por ejemplo, a apagar algunas farolas de las muchas que iluminan "la nada", de las que iluminan hacia arriba, o que utilicen el criterio de apagar una farola sí y otra no para reducir el consumo a la mitad. Imagino que cuando se montó la iluminación de la mayor parte de nuestros barrios y polígonos era la época anterior a la tremenda crisis que sufren nuestros ayuntamientos con la caída de su recaudación vía licencias de obras y otros impuestos locales. No tiene sentido que la Vega del Mocho esté todo el año más iluminada que el paseo de Cánovas en Navidad o que la ciudad monumental a diario.

Si por una vez me hacen caso desoyendo a Winston Churchill, prometo contarlo en esta misma tribuna, felicitando a quienes tomen la decisión y a quienes la ejecuten. Si no aprovecharé la oportunidad para felicitar a los lectores y amigos de El Periódico Extremadura para desearles un muy feliz año 2013.