No podía ser de otra manera, si no se pudo alcanzar un pacto de mínimos para gobernar un país, cómo alguien pretendía llegar a un acuerdo para rebajar los gastos de campaña, con lo que los ciudadanos hubiéramos dado no solo por rebajar, por directamente eliminar la campaña.

Ciertamente tampoco es que el pacto fuese un pacto muy transparente si se proponía un techo de gasto común, principalmente porque el gasto del Estado, las subvenciones estatales, que es lo que nos importa, es proporcional a los resultados, unos 21.000 euros por cada escaño obtenido en el Congreso de los Diputados o en el Senado, 80 céntimos de euro por voto a cada candidatura al Congreso y 30 por voto y candidatura al Senado, (el resto es asunto de cada partido que allá lo que hagan con su economía, mientras no lo paguemos los demás), y si te cargas la proporcionalidad, los que mas ganaron salen perdiendo y viceversa.

Pero aún así, es que otra vez buzoneo, carteles, mítines, espots, vídeos, televisiones y demás torturas a estas alturas de la película es más contraproducente que convincente. Si todos sabemos qué dice menganito o fulanito, que si el boli de colores, el bic naranja, el bic azul, los papeles con gráficos azules y rojos, las corbatas, los cuellos de camisa, los sin corbata los sin cuello de camisa, los estáticos, los móviles, las manos, las cejas, hasta los calcetines.

Lo único que no sabíamos antes, que es lo que iban a hacer después de las elecciones o con quién se pactaba o dejaba de pactar y a qué precio y eso ya lo sabemos. Pues actúen en consecuencia y líbrennos del martirio de una precampaña y campaña, si llevamos casi cinco meses con ellas, entre susto y disgusto, anuncios, quiebros y manoletinas. No es de extrañar que con ilusión los ciudadanos se sientan más tranquilos cuando la NASA ha anunciado que hay nueve planetas que pudieran albergar vida, unos para irse, otros para ver si alguno se va.