Basta con tomar un poco de aire y ensanchar nuestros pulmones, ahora que cambiamos de año, para sumergirnos en el profundo pozo de internet y averiguar y pensar en lo que allí dice sobre todos nosotros y los que nos precedieron. Y son los nacidos entre los años 1995 y casi hasta 2015 los que pertenecen a la Generación Z. Son los llamados «Centennials», también conocidos como nativos digitales, porque les salieron los dientes con el móvil en sus manos y la tablet encima de la mesa, en la que se estrellaban sus enormes ojos, devorando con avidez películas y dibujos, mientras engullían, con el hocico manchado de salsa de tomate, los macarrones que les tocaba comer, sin percatarse, si quiera, de lo que estaban comiendo. Dice mi pariente que suelen tener el dedo pulgar tan desarrollado por la rapidez y agilidad con que teclean en sus móviles, que compite en longitud con su dedo corazón. Son capaces de compartir toda su vida con el mundo entero, exponiéndose en las redes, casi diariamente. Les encanta hacerse selfish y, muchas veces, ponen en peligro su propia vida para conseguir instantáneas que automáticamente cuelgan en la red. Lo más importante es hacerse viral, con lo que ese significado arrastra, especialmente, este año. Son absolutamente pragmáticos y es más importante para ellos el mundo laboral que la propia vida familiar. Llegan a admirar más a sus jefes que a sus padres. No suelen sentir apego a ningún sitio en concreto y les encanta el mundo global y los largos horizontes por descubrir. Son individualistas y bastante egocéntricos, aunque también tiene capacidad de ser solidarios. Les gusta ser sibaritas en el comer, y no se conformarán nunca con un simple cacho de pan y patatera.

Son, esta Generación Z, los hijos de la Generación Y, a los que también llamamos «Millennials», que son los nacidos entre los años 1981 y 1994. Es cierto que se mueven con normalidad por las nuevas tecnologías, pero no comparten todo en las redes. Son más recelosos en mostrarlo todo en internet, a diferencia de sus hijos Centennials. Se les suele conocer por la facilidad que tienen a sentirse frustrados, posiblemente por estar afectados por la crisis económica y sufrir un duro porcentaje de paro. De ahí que se les haya tachado, muchas veces de manera injusta, como una generación perezosa. Entre ellos aparecieron los famosos «ninis», que ni trabajaban ni estudiaban. Son defensores de la vida sana, el ecologismo, y de una alimentación saludable.

Son los hijos directos de la Generación que les precede, la Generación X, que son los nacidos entre los años 1969 y 1980. Sus mujeres están incorporadas plenamente al mundo laboral y ambos, mujeres y hombres, trabajan buscando el éxito y el triunfo. Sin embargo, saben equilibrar y conciliar el mundo laboral con el mundo familiar. Les gusta pertenecer a una empresa, estar empleados observando con gran sorpresa y buena adaptación los cambios tecnológicos. Si pueden, les gusta conservar sus trabajos para toda la vida, a diferencia de sus hijos, la generación Y.

Ellos son, a su vez, los hijos de la Generación de los «BabyBoomers», los nacidos entre 1949 y 1968. Su nombre se debe al «baby-boom», al gran aumento de la tasa de la natalidad que se produjo en aquellos años. Viven cuando se produce el gran movimiento del campo a la ciudad. Muchas de sus mujeres no se han incorporado al mundo laboral, porque prefieren persistir en la idea tradicional de la familia. Aunque, a partir de la mitad del período generacional, algo empieza a cambiar. Les gusta el trabajo estable y les apasiona comprar su primer coche e irse de vacaciones a la playa o a la montaña. Son un poco ambiciosos y prefieren, por ello, dedicar más horas al trabajo que al tiempo de ocio y divertimento.

Y son los hijos de la llamada «Generación Silenciosa», a la que pertenecen los nacidos entre 1924 y 1948. Austeros y trabajadores, fueron educados en la cultura del sacrificio y el esfuerzo. Supieron lo que son las guerras y sus consecuencias. Se encargaron de criar a sus hijos y de ayudar a éstos con los suyos. Su nombre, la generación «silenciosa», parece perfectamente adaptado a su gran estoicidad para aguantar todo lo que se les viniera encima. Y de esa misma forma han soportado lo que el ingratodestino les tenía reservado al final.

Muchos se han ido en silencio, en el silencio más horrible que hemos podido sentir, por este «virus del 20», como posiblemente se le recordará en el futuro. Afortunadamente, en tiempo récord, las generaciones de sus hijos, sus nietos y biznietos se han afanado en descubrir una vacuna que, seguramente, será el mejor regalo que, también en silencio, como siempre, recibirán agradecidos. ¡¡¡Feliz Año Nuevo para ellos!!!

*Ex-Director I.E.S. Ágora