Doctor en Historia

Es triste recordar año tras año que persiste la violencia hacia la mujer, el trato desigual ante situaciones idénticas, la sinrazón de lo consuetudinario en las diferencias de género. No avanzamos lo necesario.

Desde el punto de vista político, la izquierda ha planteado el papel de la mujer insistiendo en la repulsa ante la consolidación de discriminaciones en el empleo, los malos tratos físicos y psíquicos y lo que puede resultar más grave, que ante el aumento de las denuncias, haya algunos que lo mimeticen con una rotunda insensibilidad hacia estos temas.

No, estamos, más bien al contrario, ante un fenómeno que, pese a su radical crudeza, exige la concienciación de todos para que nada se quede sin salir al exterior. Es preciso que conozcamos y que traslademos. Que no nos convirtamos en cómplices amparándonos en la salvaguarda de la intimidad del vecino o del compañero de trabajo. Que el aumento de los casos esclarecidos suponga el triunfo del derecho a reivindicar una ejemplar y contundente sanción a los autores de los desajustes. Que se plasmen en leyes los discursos.

Carmen Alborch nos recordaba cómo ante el aumento de las expectativas de vida nos veremos rodeados de mujeres ancianas con una serie de necesidades que requerirán un incremento de servicios en educación, sanidad, nutrición...

Si en otros ámbitos pugnamos por eliminar las fronteras, si cada día que pasa somos más propensos a la conservación del medio ambiente, si nos movilizamos cuando creemos que se vulneran derechos de los animales, ¿por qué consentir la apertura de zanjas que delimiten barreras entre géneros?