El director del Fondo Monetario Internacional nos lo ha puesto tan, tan a huevo que el símil resulta incluso demasiado facilón. La imagen del mandamás que se arroga el derecho de pernada con una mujer negra, viuda e inmigrante por más señas parece solaparse con las políticas de ajuste draconiano que ha venido aplicando la institución a los morosos pobres en las últimas décadas. Que se lo pregunten si no a los argentinos que sobrevivieron a la deuda externa de los 80. También los rusos tendrían mucho que contar sobre cómo los zapadores neoliberales gestionaron el tránsito de los planes quinquenales al despiporre capitalista: un kilo de carne, que costaba dos rublos antes de la terapia de choque, pasó a valer de sopetón más de 3.000. Y los ancianos desvalidos, que apecharan. Después de todo, los jubilados no hacen una revolución.

Aunque nunca se sabrá a ciencia cierta qué sucedió en el hotel de Manhattan entre Dominique Strauss-Kahn y la camarera guineana, los flecos del affaire tienen suficiente enjundia en sí mismos para el desguace. La chica, por ejemplo. Si resultó agredida, tanto ella como su padecimiento han sido relegados a secundarios de la película; si se trató de una trampa urdida contra el dirigente, ya la tenemos en el papel barato de mala malísima. Interesante también el revuelo suscitado entre los periodistas franceses por el pacto de silencio en torno a los deslices de la élite política, un asunto que huele desde hace tiempo a camembert muy pasado.

Lo que debería ser información estricta y cabal parece sucumbir también a la tiranía del espectáculo. Verdad, mentira, contraste y rumor se confunden: solo importa el entretenimiento en sesión continua, deglutido sin masticar. Y a fe que tenemos una cartelera de lo más surtida. Thrillers donde sexo y política maridan como el buen tinto con un chuletón. Dramas épicos (los inmigrantes en la isla de Lampedusa). Hazañas bélicas (la captura de Bin Laden ). O comedias costumbristas (Rajoy a Camps en Valencia: "Paco, eres un gran presidente (-). Tienes mi amistad sincera, mi apoyo y el de mi partido"). Todo cuela.