TEtl presidente cubano, Raúl Castro , cumplirá los ochenta el año próximo; el vicepresidente primero, José Ramón Machado Ventura , ya los tiene, y el padrecito de la Revolución, Fidel , camina por los ámbitos octogenarios desde hace tres años. La edad no impide la actividad política y ninguno de ellos se dedica al atletismo, pero llama la atención que los máximos dirigentes cubanos parezcan clientes de un geriátrico. Cuba está arruinada. El propio presidente ha admitido que sobran cerca de millón y medio de puestos de trabajo en la administración, o sea, que hay cerca de millón y medio de funcionarios que acuden a una tarea irrelevante. Es lo bueno de los paraísos comunistas: el pleno empleo. Lo malo es que ese empleo superfluo y artificial termina por pasar factura.

Se han resistido a seguir los caminos de China, ese raro modelo de comunismo capitalista o de capitalismo comunista, según los días, pero ha habido reuniones para tratar de copiar el modelo. Raúl Castro ya ha dicho que no tiene prisa, y es muy posible que sea verdad, pero los que tienen prisa son los jóvenes, y a lo peor no se les puede contener.

La Revolución tiene sus días contados. Los gerentes tratan de ocultar lo que los cubanos conocen de primera mano: el fracaso económico, y los más avispados ya calculan que tiene más futuro la frialdad ante el Régimen y el guiño a los disidentes, sin pasar por la cárcel, que la adhesión al geriátrico. Algunos ilusos creyeron que Raúl abriría el régimen, pero olvidaban que Raúl, con poco más de veinte años, ya era un convencido militante comunista que participó en el asalto al cuartel de Moncada. Lo condenaron a 13 años, pero lo amnistiaron y se fue a Méjico. La próxima vez no sabemos si habrá amnistía. Las rupturas se conocen como empiezan, pero se ignora cómo terminan. Y, en cuanto a las transiciones, ya ha dicho el camarada Raúl que no tiene urgencia. Pero se oyen algunas sirenas.