Me sigue asombrando, y enfadando, que en el tema Cataluña, y desde el resto del país y las fuerzas políticas unionistas, siga sin hacerse didáctica política, formulación ideológica alguna, sobre la conveniencia de la pertenencia de ese territorio a este proyecto de 500 años en los que los catalanes están desde el principio, a través del Reino de Aragón, y la existencia de argumentos en pro de un ideal de convivencia y solidaridad, justicia social y progreso.

Los nacionalistas tienen unas ideas fuerza muy claras, aunque las pudiéramos considerar algunas tramposas. En los últimos años una de ellas es el pésimo funcionamiento de España, la corrupción, el aplazamiento permanente de los grandes problemas reales; por ejemplo el déficit fiscal en un país cuyo atraso son los ingresos más que los gastos públicos, las corruptelas, el desempleo o el reparto del trabajo, las pensiones,… Todo ello sintetizado en un ‘España es corrupta y nos roba’, y en el también tramposo y demagógico añadido de que ‘y además todos son franquistas’.

Cuando se mezcla cierta situación de superioridad real, como es el excelente funcionamiento del sistema social y económico catalán, con la rabia del que nos roban, y se introduce la sensación de que es el momento político por la crisis del bipartidismo español de ondear la independencia para al final sacar las periódicamente concedidas contrapartidas económicas, la situación explota.

Ante ello Rajoy no ha opuesto el mínimo argumento verdaderamente político, el ideológico, que también puede perfectamente rozar lo emocional y sentimental; el gallego es un gestor, no hay más, le calza perfectamente como registrador de la propiedad, pero chocaría el que accediera a una concejalía de urbanismo donde hay que diseñar ciudad, y en ello hay que aplicar ideología, principios, proyectos profundos de mejora social.

Él y Soraya, la vicepresidenta, se bastan con una pequeña chuleta de mano donde está escrito escuetamente que separados nos irá peor, y que Europa no les abrirá las puertas. Pero nada de lo que está escrito en la Constitución salvo la unidad de España: la justicia social, los servicios públicos iguales, la obligación que tenemos todos de darle la vuelta al país como un calcetín y de acabar con la corrupción, la de allí y la de aquí, los vínculos culturales, de pensamiento, familiares…

Y sobre todo un elemento ideológico-político de fuerza que es construir un proyecto de todos y para todos. En eso llamó la atención semanas atrás una frase del presidente de la Junta, Fernández Vara, que pasó desapercibida y engullida por otros titulares periodísticos más llamativos. ¿Hay que diseñar un proyecto atractivo para Cataluña?, le preguntaron. No, respondió, hay que diseñar un proyecto para España.

Seguimos sin ese proyecto. Con muchas dudas sobre la continuidad de bastantes cosas que se pactaron en la Transición. Con el resquemor de no haber hecho años después una cierta ruptura. Los fantasmas eternos, la España fallida que subraya el escritor Pérez Reverte: ni un fuerte estado centralizado, laico y con una cierta estructura nacional de valores y orgullo más empeño común que es Francia, ni el armonizado y eficaz esquema federal alemán.

Cada vez se hace más desde el estamento político pura gestión y nada de la verdadera política que es la que tiene detrás un proyecto ideológico en continuo avance. No hay banderas emocionales trascendentales, no hay ideas, no hay ilusiones, que al fin y al cabo la política es también ilusión y utopía.

Y en todo debe existir ideología, porque ese es nuestra particularidad humana cultivada con la Historia, la ciencia, los pensamientos filosóficos. Hasta en si las grandes superficies comerciales deben estar abiertas los domingos o no. Va en ello un modelo social, el de una masa de trabajadores consumistas, tornillos del engranaje mecánico sin sentido, o el de una civilización que piensa, vive, convive, y cuyos individuos se dedican entre ellos a hacerse felices. En un debate sobre el particular en la Asamblea de Extremadura, un diputado de la izquierda lo esgrimió frente a la libertad total de horarios. En todo, primero ideología, un proyecto, y luego gestión.