El Gibraltar extremeño en términos eclesiásticos se llama Guadalupe, un enclave del arzobispado de Toledo en el arzobispado de Mérida-Badajoz, es decir, en la provincia eclesiástica extremeña. La aspiración de Extremadura a integrar en su territorio la jurisdicción eclesial sobre Guadalupe es antigua, aunque este anhelo cobró especial relevancia hace ahora 16 años, cuando la Santa Sede creó el nuevo arzobispado donde se integraron las tres diócesis extremeñas. El primer arzobispo de Mérida-Badajoz, Antonio Montero Moreno -el más listo y preparado de los obispos y arzobispos extremeños al menos desde Masona y desde Bernardino López de Carvajal y Sande - dijo, en una entrevista que le hice entonces, que la creación de la provincia eclesiástica extremeña respondía al deseo de la Iglesia de acomodar su estructura territorial a la del nuevo Estado de las Autonomías. Pero han pasado más de tres lustros y eso no se ha cumplido en su integridad, de modo que hoy Extremadura sigue padeciendo su Gibraldalupe, que es como propongo que desde hoy llamemos todos los extremeños a ese enclave en señal de protesta, hasta que los muy tozudos Benedicto XVI y Braulio Rodríguez Plaza nos lo devuelvan.

La falta de respeto y de tacto con que la Iglesia está tratando a Extremadura en este asunto se deduce fácilmente si imaginamos el tiempo que hubiesen tardado papas y arzobispos en devolver Montserrat a Cataluña en el caso de que hubiese pertenecido a una archidiócesis foránea.

La persistencia en esta actitud por parte del arzobispado de Toledo y de la Iglesia deja entrever dos cosas. Primero, el desprecio hacia el derecho natural y territorial y hacia los sentimientos de Extremadura. Y segundo, que teniendo esta región los problemas que tiene, estén muchos -yo, entre ellos, con este artículo- perdiendo el tiempo en algo que, visto desde el lado laico, no solo no tiene la menor importancia sino que hasta podría ser considerado por alguno -yo mismo- como una frivolidad. Pero es que hasta a los escépticos nos fastidia esta desconsideración, porque, como dice Rodríguez Ibarra , "puede que yo no crea en Dios, pero creo en la Virgen de Guadalupe".

Así que, coread mi grito: "¡Gibraldalupe para los extremeños!"