Es época de ruidos. De interrogantes, y me dan ganas de salir corriendo. Pero aguanto. Pues ahora hay algo que me sacude más porque ya viene de lejos: el nacionalismo catalán que, con sus desplantes de independentismo, detesta todo lo que le haga estar "uncido al yugo" impuesto por Madrid. Error mayúsculo. Pues bien saben los que propugnan la independencia de Cataluña que es la Constitución la que proclama que España es "Patria común e indivisible de todos los españoles". Lo que, dicho en metáfora, viene a ser como un gigantesco girasol del que salen hojas y que, en caso de que se arranque una, no hay hortelano que sea capaz de arreglar el estropicio, ni siquiera "con las aguas de abril y el sol de mayo" machadiano. Mientras tanto, las demás hojas estarán atribuladas, observando cómo hay una que, con descabellada decisión, las quiere abandonar en el regazo ancestral de una patria milenaria. Y, siguiendo con la metáfora, también viene a ser España como ese bello mosaico que, tras arrancársele una tesela, el conjunto queda mutilado perdiendo la primigenia hermosura. Tales forcejeos independentistas hacen olvidar a sus promotores que fueron arduos los trabajos y enormes los sacrificios para crear ese "girasol-mosaico" que, en su día, se transformó en la octava potencia del mundo, y que sólo hace unos años, en 1992, tuvo su cima al confirmarse la modernidad de un país con los fulgores de la Olimpiada de Barcelona y la Expo de Sevilla. Sin que todavía, en frase de Fernando García de Cortázar, "los hijos de la democracia, la generación más preparada de la historia del país, no se pudrían en las listas del Inem".

Por lo dicho, y a pesar de que en la Carta Magna quedó diseñado uno de los Estados más descentralizados del universo, esta piel de toro sufriría un desgarro suicida si empezara a descolgarse de ella alguna de esas piezas sólidamente integradas en el "corpus" nacional. Lo que me recuerdan los versos de Miguel Hernández : "Un fantasma de estandartes/ una bandera quimérica, / un mito de patrias: una / grave ficción de fronteras". Fronteras que pueden reblandecer el músculo de un país que a pesar de la quiebra actual de la crisis puede seguir siendo grande y con unas señas de identidad que no se pueden perder, a menos que hayamos perdido el norte como pueblo, con un lugar de privilegio en Europa, en la que España ha de seguir estando inserta con todos los honores y derechos.