Cuando gobernaba la ultraconservadora Thatcher, la actriz y política Glenda Jackson (Birkenhead, Cheshire, Reino Unido, 9-5-1936) proclamó: "Me avergüenzo de ser británica". Ahora, cuando el primer ministro es Blair (el mismo que en 1997 la nombró secretaria de Estado de Medio Ambiente y Transporte), seguro que vuelve a sentir vergüenza por la guerra iraquí, a la que siempre se opuso. El último episodio, protagonizado por un portavoz gubernamental que ha ridiculizado al científico difunto (¿suicidio o asesinato?) Kelly diciendo que éste "fantaseaba" sobre Irak, ha llevado a Jackson a preguntarse: "¿Ha empezado una campaña para convertir a la víctima en villano?" Y ha exigido la destitución del portavoz de Blair.

Redaños no le han faltado a esta mujer de extracción humilde, que estudió con beca arte dramático y que debutó en el teatro en 1957. El renombre internacional le llegó en los años 70, con dos oscars

(Mujeres enamoradas y Un toque de distinción). En la lucha política, capitalizó la fama hasta el punto de pedir que sus películas no se proyectaran en la Suráfrica del apartheid. Su oposición a la ocupación de Irak fue frontal. Ante el argumento de que había que derribar al tirano Sadam, la diputada laborista sentenció: "Tratar de presentar una guerra como un misericordioso asesinato en masa me parece increíble".