TEts tal el volumen, la frecuencia y el número de veces que escuchamos mensajes alarmistas acerca del posible (aunque no probable) rescate de España por parte de Europa que, ineluctablemente, acude a la memoria el chiste del médico que tenía acoquinado al paciente. "Doctor, si hay que morir, se muere, pero, deje ya de acollanarnos". El último ha sido Miguel Angel Fernández Ordóñez , gobernador del Banco de España. Con propósito didáctico, ha revelado que hace unos meses España estuvo al borde de la intervención. Intervención --se supone-- que a la manera de la requerida por Irlanda, la sufrida por Portugal y la que le fue impuesta a Grecia.

Según su decir, fueron las reformas emprendidas por el Gobierno Zapatero las que frenaron la intención de Bruselas. ¿Por qué lo dice ahora y no entonces, cuando según sus palabras el eventual rescate económico de España era un asunto que figuraba en la agenda de Bruselas? Se me antoja una respuesta: tiene que ver con los nervios que está provocando la situación griega y el fantasma del contagio que apareja. Al repetir que España no es Grecia, pero que en uno y otro país, el paso obligado para intentar salir de la crisis son las reformas, está renovando el mensaje. Lo hace en un momento en el que el Gobierno Zapatero aduce el calendario de las reformas pendientes para no adelantar las elecciones.

También sabe Mafo que los sindicatos y los manifestantes del Movimiento 15 de Mayo que salieron a la calle el domingo, rechazan las reformas. Las anunciadas y las que están sin anunciar pero de las que sospechan que van en la misma dirección. Aquí cada uno de los actores del drama ejecuta su papel y el gobernador --que sobre la letra de su encomienda debería ser neutral-- con estas revelaciones --que acollonan aunque sea con carácter retrospectivo-- le ha querido echar un capote a Zapatero al precio de dejar helados a los espectadores que llenan la plaza. El gobernador nos quiere asustar. Ni quita ni pone rey, pero ayuda a quien le nombró.